Especial - Estonia
Juhan Liiv
Compartir:
Juhan Liiv (1864-1913) pertenece a la generación europea y occidental del temprano modernismo. Hay ecos indudables del romanticismo en su poesía y se sabe que apreciaba altamente a Heinrich Heine. También ha dicho de Byron, que éste era “un hombre interesante”. Sin embargo, la manera de la expresión poética de Liiv muestra una diferencia nítida con respecto a toda la tradición poética anterior. En sus poemas no narraba ni explicaba ideas o sentimientos, sino que trataba de recoger impresiones y crear imágenes que por sí mismas fueran capaces de trasmitir al lector cierta filosofía de la vida (y de la muerte), ciertas cogniciones esenciales en las que el pensamiento (filosofía) y el sentimiento (estética) se fundían en una simbiosis.
Incluso en comparación con la mayoría de los modernistas (o pre-modernistas, como los suelen llamar más allá del ámbito hispano) queda una gran diferencia, precisamente porque Liiv no era simplemente un “coleccionista de impresiones”, sino que debajo de las impresiones suyas se revelaba un suelo filosófico coherente y sólido.
Su manera de expresarse era al mismo tiempo sumamente lacónica, minimalista, un contraste absoluto de la verbosidad que abundaba en el romanticismo y también estaba presente en el verso libre de Walt Whitman y los posteriores expresionistas. En Liiv se pueden descubrir paralelos con la poesía oriental. En este sentido, estaba bastante cerca de Emily Dickinson.
Provino de una simple y pobre familia campesina, pero de ningún modo merecería ser calificado de “poeta campesino”. Su simplicidad poética era sólo aparente, hasta engañosa. Estaba consciente de la poesía tradicional ugrofinesa, pero pocas veces recurría al modelo de ésta. En su busca poética rechazaba conscientemente todos los modelos, estaba convencido de que todo creador auténtico debería intentar de ser parecido a Dios: estar totalmente libre, crear un mundo propio a partir de la nada…
Un rasgo que de algún modo ha fijado la imagen de Juhan Liiv en los ojos de la posteridad, es que se conoce como nuestro “querido poeta loco”. Enfermó mentalmente (y fatalmente) de un tipo de esquizofrenia, en 1893. Casi toda su obra en prosa es anterior a la enfermedad, culminando en una novela corta, Vari (‘La sombra’, 1892, publicada en 1894) que resume el trágico pasado del pueblo estonio, así como su presente y futuro mutilados por la violenta dominación del poder extranjero.
En cambio, en su producción poética hay un contraste fuerte con Friedrich Hölderlin, el famoso “poeta loco” alemán (quien después de enfermar pasó la mitad de su vida en una ceguera total, sin componer nuevos poemas). Durante los años de su enfermedad (de la que nunca se curó), hasta su fallecimiento, nuestro Liiv seguía escribiendo poemas en los breves momentos de claridad mental. La gran mayoría de sus poemas más conocidos fueron creados precisamente en la época final de su vida.
En Estonia, la poesía de Liiv tardaba en ser reconocida. Sin embargo, a partir de 1904 y 1905, a raíz de dos publicaciones importantes, la joven generación literaria, Noor-Eesti (Jóven Estonia), empezó a ocuparse de divulgar la herencia poética de Liiv. Antes del fin de los 1930, o ser el fin de la Primera República de Estonia (1918-1939), los poemas de Liiv gozaban ya de una gran resonancia en todo el país, sobre todo gracias a estar incluidos en las crestomatías escolares.
Respecto a mi propia relación con el poeta, desde mi infancia sabía de memoria un poema breve de Liiv, publicado por primera vez como parte del texto de su novela Vari, “Mets kohas…” (“El bosque susurraba…”). Sin embargo, admito que durante muchos años acepté la imagen de Liiv, tal como lo había creado en su influyente monografía (1927) uno de los líderes de la Joven Estonia, el cuentista y ensayista Friedebert Tuglas: “nuestro querido poeta loco” que precisamente por su locura, como si fuera por milagro, había creado poemas maravillosos. Esta maravilla, como aseguraba Tuglas, no podía explicarse, ni traducirse a otras lenguas. Era un milagro exclusivamente nuestro, estonio.
En 1997 me otorgaron el Premio Juhan Liiv de Poesía. Algunos años más tarde, siempre colaborando con mi amigo, poeta y filósofo nortemericano H. L. Hix, empezamos a preparar una selección en traducción inglesa de la poesía de Liiv (Meel paremat ei kannata. The Mind Would Bear No Better, Tartu, 2007, 143 pp). Por coincidencia, la editorial Tänapäev me invitó a preparar una selección sustancial de la obra poética de Liiv (Tuulehoog lõi vetesse, Tallinn, 2007, 296 pp.) Para esta tarea, consulté todas las selecciones fundamentales que se habían publicado hasta la fecha, tanto las de Tuglas (1926), como de Aarne Vinkel (1989). (Juhan Liiv mismo nunca logró publicar ningún libro de poesía de su propia selección.)
Al hacer mi selección me desconcertó el hecho de que la última línea (verso) de uno los más famosos y conocidos poemas de Liiv, del tema patriótico, “Ta lendab mesipuu poole” (“Vuela hacia la colmena”), había sido publicado en dos variantes que distaban entre sí, mientras que nadie parecía haberse percatado de esta diferencia, ni lo había explicado.
A partir de este hallazgo entendí cada vez más que pese a la valiosísima labor de los principales editores anteriores de la obra de Liiv, habían quedado muchas dudas de la edición, a partir de los manuscritos. Como consecuencia, la interpretación de Liiv había sufrido notablemente. Para mí, la falta principal era que se había menospreciado el pensamiento filosófico de Liiv. En esto, había paralelos con Walt Whitman. Ninguno de los dos nunca traspasó el umbral universitario, pero pese a la escasez de su educación formal, los dos lograron a moldear un ideario filosófico plenamente coherente e independiente, del que se nutrían las imágenes de su poesía. Los dos lograron una simbiosis perfecta de la estética y la filosofía.
A partir de investigar los manuscritos de los poemas de Liiv (que por nuestra gran suerte se conservan en el Museo de la Literatura, en Tartu) logré publicar una selección de aproximadamente 370 poemas de Liiv, (Lumi tuiskab, mina laulan, Tänapäev, 2013, 460 pp) y al mismo tiempo publiqué una monografía sobre su obra poética, en la que trataba de revelar aspectos filosófico-estéticos nuevos, poco estudiados hasta entonces (Juhan Liivi luule. Monograafia. Tänapäev, 2012, 245 pp).
He vuelto al tema de Liiv en diferentes ocasiones, en articulos, ensayos y prólogos escritos para las selecciones traducidas, en inglés (Snow Drifts, I Sing, Toronto: Guernica, 2013), La nieve cae, mi voz canta (Madrid: Xorki, 2014), Rondine, dove hai preso il tuo grido? (Roma: Gattomerlino, 2015), Sebbene sia scuro il tuo paese, (Novi Ligure: Joker, 2019), Schnee stiebt, ich singe(Viena: Löcker, 2019).
Termino con una auto-cita de mi libro de ensayo Diez cartas a Montaigne. El “uno mismo” y el “otro” (Jaén, 2021; en inglés, Toronto, 2019; en estonio, Tartu, 2014) en que he tratado de resumir la esencia del pensamiento de Liiv, tal como lo he entendido.
Para Liiv, la vida es un todo. El alma y el cuerpo son uno, inseparable en todos los seres vivos. No se puede dañar o destruir una parte de la naturaleza sin dañar el todo, así como la propia existencia del hombre. Por lo tanto, hay que tener responsabilidad moral por cada partícula de la naturaleza. No se trata sólo de la existencia individual, sino también de la existencia de las nacionalidades y naciones, todas ellas, grandes o pequeñas, todas con su lengua, cultura y religión individuales, son únicas y necesarias para la continuación de la vida en la tierra. La humanidad no tiene ninguna superioridad sobre el resto de la naturaleza viva. Los humanos no tenemos derecho a destruir la naturaleza que nos rodea, en aras de nuestro propio bienestar y progreso material.
El conocimiento y la ciencia no son autosuficientes. Desarrollándolos unilateralmente, nunca se podrá alcanzar la bondad, la virtud moral o el amor. Los sentidos y los sentimientos no son menos importantes que el conocimiento o la razón. Todo conocimiento es relativo. Depende de las opiniones, que varían de una persona a otra, de una generación a otra. La muerte pone un límite a las aspiraciones de la ciencia y la mente. La conciencia primaria llega a los humanos a través de los sentidos. Pueden equivocarse, pero al suprimirlos mediante la razón, aniquilamos la sensibilidad en nosotros y abandonamos el amor, núcleo de toda virtud, en todas sus múltiples manifestaciones. También en la poesía, no se puede crear un buen poema por mero razonamiento, sin una llama que atrape simultáneamente los pensamientos y los sentidos. (“Carta 2”, trad. Mariela Cordero)