Especial - Estonia

Friedrich Reinhold Kreutzwald

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Dice Miguel de Cervantes (en su poema crítico-literario Viaje del Parnaso, Cap. IV) que en su obra magna, Don Quijote, había “dado pasatiempo al pecho melancólico y mohíno en cualquiera sazón, en todo tiempo”. En su “Dedicatoria al Conde Lemos”, de la Segunda parte del Quijote, asegura que el mismo Emperador de China había manifestado interés por su libro e invitaba a su autor, Cervantes, a llegar a China, para dirigir un colegio de enseñanza del español, a fin de que los chinos pudieran leer la historia del Quijote. 

Del mismo modo, el médico estonio F. R. Kreutzwald, tras haber creado la versión inicial (1853) de su obra magna, la epopeya Kalevipoeg (El hijo de Kalev) entre burla y amargura aludía a que su obra de toda la vida sería leída, al igual que la de Homero, mil años después de su muerte, y se encontraría en las bibliotecas del mundo incluso de la gente que “no entendería de la lengua estonia ni el punto de la letra i”. (Kp II, 1963, p 16)

¿Sabemos acaso nosotros qué sucederá en el año 2853, para asegurar que Kreutzwald en su pronóstico se equivocó?

Efectivamente, en su ingeniosidad y sus altos vuelos de la imaginación, nuestro Kreutzwald ‒hijo de un matrimonio humilde, que obtuvieron su apellido alemán, Kreutzwald (‘bosque de cruces’, en estonio: Ristimets), sólo tras la abolición de la servidumbre de la gleba en la Rusia zarista‒ no distaba mucho de Cervantes. Después de estudiar medicina en la universidad de Tartu, pasó la mayor parte de su vida, cuarenta años enteros, en la remota ciudad del Sureste de Estonia, Võru, trabajando de médico de aquella comarca, asistiendo a los pobres campesinos y al mismo tiempo escribiendo numerosas obras en su lengua natal, estonio, entre las cuales la que más fama ha obtenido es Kalevipoeg. 

Con esta obra sobre todo fundó la cultura y la literatura conscientes en nuestra lengua autóctona. Hoy por hoy, Kalevipoeg ha sido traducido en su integridad (veinte cantos en verso) a una docena de lenguas del mundo (ver: https://sisu.ut.ee/ewod/k/kreutzwald/kalevipoeg), mientras que en algunas lenguas extranjeras (como inglés, alemán, húngaro, letón y finés) existen diferentes traducciones paralelas de nuestra epopeya. Hasta hoy, Kalevipoeg es sin duda la aportación más sólida de Estonia al canon de la Literatura Mundial. 

Uno de los más influyentes críticos e historiadores de la literatura europea, el danés Georg Brandes (1842-1927; Main Currents in Nineteenth-Century Literature, 1906), que entre sus trabajos cuenta con una monografía sobre Goethe, ha sugerido que la recepción del Fausto de Goethe sería la piedra angular de la madurez cultural de cualquier nación. Efectivamente, hay muchos que comparten la idea según la cual los pueblos y naciones pequeñas y minoritarias sólo pueden alcanzar cierto nivel cultural gracias a traducir a su lengua y absorber las obras principales de naciones mayores, supuestamente “más desarrolladas”.  

A partir del fenómeno de la epopeya Kalevipoeg, de Kreutzwald, creada cuando todavía no existía la tradición literaria consciente en nuestra lengua estonia, me permito disentir de tal opinión. En cambio, sugiero que si Brandes hubiera tenido acceso a la obra principal de Kreutzwald en nuestra lengua estonia, habría alargado su lista de las “piedras angulares de la madurez cultural”, añadiendo al Faustoalemán, de Goethe, una obra mayor surgida de una cultura minoritaria y joven, el Kalevipoeg de Kreutzwald.

Goethe fue un genio que no sólo concibió la noción de Weltliteratur, sino que él mismo se ocupó de aportar con máxima dignidad varias muestras alemanas al fenómeno que ahora llamamos el canon de la literatura mundial. Aparte del Fausto, dejó su huella imborrable en el género de la novela corta (Werther) y de la novela extensa, de educación (Wilhelm Meister). También ocupa su puesto de honor en la primera fila de los poetas europeos de su tiempo. 

El único género en que Goethe no logró manifestar su genio creador fue la epopeya en verso. (Su poema narrativo Reinecke Fuchs, escrito en hexámetros, pertenecía al otro registro poético, de propósitos satíricos, sin héroes.)  En este sentido se puede decir que, aun siendo incomparablemente menos conocido en la posterioridad, nuestro Kreutzwald superó al mismo Goethe. 

A veces se ha supuesto que la causa de la traducción aplazada del Fausto de Goethe en estonio (Ants Oras, 1962; August Sang, 1967) se debía al hecho de que la gente culta de Estonia a principios del siglo XX, los que sobre todo formaban nuestra tradición literaria consciente, era cuasi-bilingüe: podían leer y recibir la literatura alemana en alemán, sin tener necesidad de la traducción estonia.

Hasta cierto punto, esto es verdad, pero también es seguro que para la traducción y recepción de algunas obras mayores del canon literario mundial, sobre todo, del contenido filosófico, a las culturas jóvenes y pequeñas no les suele alcanzar madurez. Esto no sólo se prueba en el ejemplo del Fausto (obra extranjera), sino también del mismo Kalevipoeg, de Kreutzwald. 

Aparte de la filosofía (no menos transcendente que la de Goethe), en la recepción de la epopeya de Kreutzwald la complicación surgía también del contexto histórico-ideológico. El Kalevipoeg era una epopeya patriótica estonia: en las huellas de Peterson, Kreutzwald afirmaba la absoluta necesidad y la obligación moral de crear nuestra cultura literaria en la lengua autóctona, es decir, en estonio, cuya gran riqueza de expresión y de léxico había quedado manifiesta en las canciones tradicionales orales. A propósito, éstas fueron creadas sobre todo por las mujeres campesinas estonias. 

Si bien la patos nacional-patriótica de la epopeya y su protesta contra las injusticias históricas fueron dirigidas, en primer lugar, contra los invasores y explotadores alemanes, tal obra, sin apoyo desde el extranjero, nunca pudiera haberse publicado en la Rusia zarista.

Para evitar la censura y, pese a todo, publicar su epopeya, Kreutzwald tuvo que recurrir a ciertas astucias. Su obra magna se publicó por primera vez entre 1857 y 1861 en las actas de Gelehrte Estnische Gesellschaft, es decir, bajo la apariencia de un texto “científico”. En su “Prólogo” Kreutzwald argüía que se trataba de un ciclo auténtico de las antiguas canciones tradicionales estonias, recogidas y arregladas por él. En realidad, del total de la epopeya sólo una tercera parte fueron canciones tradicionales auténticas, mientras que la mayor parte de la obra era la invención y creación del mismo Kreutzwald. Por esto se puede decir que nuestra mayor obra estonia en el canon de la literatura mundial nació como una ingeniosa mistificación elaborada por su autor, Kreutzwald. 

No obstante, Kreutzwald no mentía cuando aseguraba en el mismo “Prólogo” que toda la obra correspondía al espíritu de la auténtica creación tradicional. Empleaba la métrica (mayormente trocaica) ugrofinesa. La obra era de tonalidad elegíaca, que había prevalecido en la antigua canción tradicional oral, y se centraba en el héroe trágico, capaz de encarnar el aciago pasado de nuestros antepasados autóctonos. 

Para facilitar el acceso a los círculos académicos extranjeros (y también, a los censores), el texto en verso estonio se publicó en las actas de Gelehrte Estnische Gesellschaft acompañado por una traducción paralela en alemán, también en verso.

De hecho, tal camuflaje científico le ayudó a Kreutzwald a hacer accesible su obra patriótica a los círculos intelectuales báltico-alemanes y los académicos más allá de la lengua estonia. La epopeya de Kreutzwald fue una obra avant la lettre en todos los sentidos. La epopeya en la lengua estonia, sin traducción paralela alemana, se publicó por primera vez en Finlandia, Kuopio, en 1862. En Estonia misma, la edición popular del Kalevipoeg no se publicó hasta el año 1875. Sin embargo, desde finales del siglo XIX la fama de la obra empezaba a crecer tanto en Estonia, por sus nuevas ediciones, como en el extranjero, mediante traducciones. 

Para conocer la auténtica expresión folklórico-mitológica de la primigenia creatividad de los pueblos ugrofineses, conviene leer la admirable epopeya finlandesa, Kalevala, compuesta por Elias Lönnrot (quien en 1844, en su viaje a Estonia, visitó a Kreutzwald en Võru). La oportunidad no falta, puesto que la Kalevala (1835-1849) ha sido traducida a un medio centenar de las lenguas del mundo, incluyendo la traducción maestra al estonio (1939), por August Annist, nuestro investigador principal tanto de la Kalevala como del Kalevipoeg.

El Kalevipoeg de Kreutzwald pertenece a un tipo diferente de epopeyas. Sin duda, también evoca magníficamente el pasado mítico-primigenio del pueblo estonio, pero su relación no se centra en las historias mitificadas de un conjunto de héroes del pasado prehistórico (un “asunto interno” finlandés), como ocurre en la obra de Lönnrot. Al contrario, tiene un héroe único, el Hijo de Kalev, cuya historia coherente nunca ha existido en el folklore estonio, sino que fue inventada (con la ayuda de las ideas de su amigo F. R. Faehlmann) por el mismo autor, Kreutzwald, para simbolizar tanto el pasado prehistórico como el destino histórico de los estonios, marcados siempre por la lucha contra los huestes invasores y la dominación de los pueblos mayores extranjeros. La obra proyectaba un ideal de la libertad. Era un intento de construir una “casa pacífica” para su pueblo minoritario, fundamentada en la sabiduría y la cultura creativa, rechazando al mismo tiempo toda codicia de riquezas materiales y del poder terrenal. 

El héroe Kalevipoeg, un verdadero gigante por sus dimensiones corporales, no sólo encabeza la lucha contra los invasores extranjeros, sino que a través de toda la epopeya se ve su batalla feroz contra el Viejo Diablo o el Príncipe de Tinieblas. Son famosos los episodios del descenso de Kalevipoeg al Infierno donde en un duelo derrota al mismo Diablo, y de su viaje marítimo al fin del mundo (donde igualmente topa con una puerta del Infierno…) 

Al simbolizar el ideal del futuro de su pueblo y al reflejar las angustias existenciales de todos los pueblos y nacionalidades menores del mundo, siempre en peligro de extinción, así como de la Humanidad, la obra de Kreutzwald se podría comparar sobre todo con La Divina Commedia, de Dante Alighieri, y con el Fausto, de Goethe.

Celebración del aniversario de F.R. Kreutzwald, en la casa museo del escritor en Võru. Escolares presentando un cuento tradicional del tema ecológico, de Kreutzwald, 2016.

De tal modo, el Kalevipoeg, de fuertes elementos lírico-dramáticos (pero de ningún modo exentos, en algunos episodios, de humor e ironía) está cargado de poderosos símbolos filosóficos, a partir del nacimiento del héroe y la búsqueda de su madre, Linda (raptada por un brujo finlandés), hasta el fin de la obra en que los dioses del panteón nórdico-autóctono, después de admitir a Kalevipoeg en el cielo, resucitan su sombra terrenal y corporal, convirtiéndole en un guarda del Infierno, con la misión de repelar al Diablo. Sin embargo, ni siquiera los dioses del cielo logran “reconstruir” las piernas del Héroe, que este perdió por su propio delito de juventud (de matar en una ráfaga de ira al inocente hijo de un herrero finlandés). Por tanto, estar sentado en su caballo blanco a las puertas del Infierno, sin pies, se puede interpretar como una poderosa metáfora de la culpa existencial de la Humanidad. 

También Fausto, de Goethe, sueña con “un pueblo libre en la tierra libre”, a la vez que destaca el poder de la unidad del pueblo en avasallar a las “fuerzas ciegas” de la naturaleza. Pero el fin de la obra magna de Dante, como de la de Goethe, dista mucho de la tragedia existencial en que termina el Kalevipoeg, la epopeya de un pueblo minoritario y periférico. 

En los últimos versos de la epopeya el autor expone su profecía del retorno de Kalevipoeg a su pueblo estonio, para traerle a éste felicidad. 

Sin duda, tal profecía ha contribuido valiente y fuertemente a la resistencia de los estonios bajo todas las invasiones y ocupaciones foráneas del pasado. A la vez, el motivo del retorno de Kalevipoeg ha sido manipulado hábilmente por diferentes regímenes político-ideológicos, siempre en favor de sus propios intereses. 

Sin embargo, el símbolo final de la obra no deja de esconder cierta amargura e ironía existenciales. El fuego que libra la mano de Kalevipoeg de la roca y (supuestamente) aniquila el mal del Infierno, puede simbolizar igualmente un apocalíptico fin del mundo.  

Pese a toda la clarividencia del genio alemán, el mensaje final para la posteridad del Fausto de Goethe da la sensación de haberse limitado al paradigma del Siglo de las Luces y del Romanticismo, es decir, a un mundo que todavía estaba lejos de conocer las guerras mundiales y las armas nucleares del siglo XX. 

Puede ser que la visión de Kreutzwald, por carecer en absoluto de toda claridad rectilínea (hegeliana), haya logrado proveer símbolos filosóficos para nuestro mundo a principios del siglo XXI, en la crisis universal económica y ecológica, y los tiempos por venir. Son símbolos profundos cuya esencia es el ideal de una ecología cultural, en todos los sentidos: la constante presencia de la Naturaleza en la libre creatividad a partir del lenguaje y la expresión, y al mismo tiempo la diversidad de las culturas individuales lingüístico-autóctonas en un conjunto simbiótico universal, el diálogo y un equilibrio de los géneros femenino y masculino, entre la tradición y las búsquedas renovadoras, entre centros y periferias, entre grandes y pequeñas culturas del mundo.   

Estatua de F. R. Kreutzwald en Võru, a orillas del lago Tamula. Por Amandus Adamson, uno de los más famosos escultores estonios, del año 1926.