La envidia de las luciérnagas

Trepé a tu boca, calle arriba

subí el peñasco y desde allí

                                     encaramada en tus hombros

quise avivar el fuego que ilumina la noche del puerto

Las sombras se encienden a lo lejos.

El brillo del embarcadero

                           al temblor sigiloso de las luciérnagas imita.

Envidiábamos sus destellos

                        la manera de imponérseles a lo oscuro

                         con el titilar plateado de sus cuerpos

Sobreviviese el destello a la luz de la mañana.

Que la noche impregnase en tus pupilas

y las mías

                           la confianza en la ternura de lo oculto

Como perra vaga quise emprendérmelas, cerro arriba

treparte con la violencia de los huérfanos

y de las botellas kamikaze

En la inutilidad de mi vidrio te recorro

y en el vuelo al romperme              al romperme

            el crujir de mi cuerpo te reclama

Cantarte fue una invitación al fuego

al incendio total de las construcciones

a fundirnos en la amenaza de la llama.

Pensé en guerra

e imaginárseme tu boca fue katana

nuestra embriaguez, hundirnos en la espesura

Quise yo huir de tu noche

mas tu aullido

enterróseme en lo hondo

Subir a tu altura es no saber.

No saber cuándo

conviene desempuñar el recelo.

En tus ojos me perdí un día

por el reflejo de la noche en ellos.