Por él fui
la viña
que sirvió
las gotas rojas sobre
la piel.
Fui la acompañante
y la dama,
la cortesana sabía
de otro tiempo.
Fui la entretención
y la anfitriona
que te llevó a pasear
y a comer granadas.
Me recosté para que él se deleitase,
dormí sin esperar volver a verlo.
Puse mi mano sobre su cabeza,
yo, la impura.
De él fui la ama
y la sirviente,
la pitonisa y la desaparecida.
¿Y qué será de él, ahora que partió?
Será el trazo de una letra,
la lengua que no conozco,
la fábula encarnada,
la sed, la falta,
la luz de otro amanecer.
Los días serán tristes, porque él se fue.
La sombra que no camina más,
la voz que se mezcla a los murmullos de los ríos,
niebla en vez de rostro,
y yo, que de él fui la escogida,
dejaré que se enfríen las carnes,
que se sequen los capullos de seda,
los frutos en las cestas,
y el horizonte quedé extendido,
como las sábanas
de mi lecho vacío.
(Marco Polo e a Princesa Azul, 2008)