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Revista de Poesía y Arte ISSN 2735-7627, Otoño Año 3. Nº8, junio 2022

Lugar común, el miedo

Por miedo a los espantos, mi hermano y yo  íbamos a orinar

juntos a la cola del patio.

Los fantasmas se ven con los ojos de la nuca —decían

los viejos—: “Y si hay azufre en el aire, es mejor salir

corriendo, aunque se orinen los pantalones”.

De noche, la luna multiplicaba las sombras del patio.

El viento sonaba en la hojarasca como una cadena que se

arrastra (la respiración se volvía difícil, recuerdo).

Aquel tiempo ha pasado y la memoria guarda la dicha de

compartir el miedo.

A veces, cuando se peina ante el espejo, mi hermano

interrumpe, se voltea, y presiente que alguien se esconde

tras las cortinas.

También lo acompaño, por encima del hombro, cuando

toma sus alimentos, o por las noches, cuando lee sus

libros de lejanas tierras: Marruecos, Tánger, Sudán,

Mauretania…

Como ahora, que lee estas palabras que escribí  en el

margen de una página, y que ambos hemos leído.

Se vuelve, mira a través de mí , y descubro el miedo en su

rostro. Pero ya no puedo decirle: “Tranquilo, solo estoy

jugando”. Y empiezo a sentir miedo de mí  mismo.

(2007)