Agua desterrada de los bosques
anuncia canciones de gritos verdes
escondida detrás de unas estrellas
en el suelo más profundo de la Tierra.
Allí crujen los dientes del estupor humano
cuando se enciende Gaia desde afuera
con una mirada de resentimiento.
A Gaia le atraviesa el pecho
un cañón herido de muerte
con estrépito de cavernícolas
agobiados por el llanto
de los montes más altos del planeta.
Impaciencia impetuosa en el aire denso
sin encontrar salida.
Pero hay millones de luciérnagas
abriéndose paso en los cielos oscuros, van escupiendo semillas.