Reseña de Libros
Collar negro
De Eduardo Robledo
Año: 2011
Editorial: Artegrama
Páginas: 60
Una lectura de Collar Negro
Collar Negro es un libro de poemas escrito por Eduardo Robledo, dedicado a Nelson Mandela, y publicado en la ciudad de Santiago de Chile por editorial Artegrama, en el lejano año 2016. El libro, que incluye un prólogo firmado por Clemente Riedemann, se descompone en dos partes o capítulos. La primera parte consta de 22 textos. El primer poema de la primera parte lleva por título Collar Negro I, en tanto que los restantes 21 textos, solo se individualizan con números romanos (del II al XXII). La segunda parte del libro, que lleva por título Pangea, se descompone en 16 textos, a saber: Al niño negro y al niño blanco, Giros, Una copa por Stephen Biko, Huida de Dios, Altamira, En los cielos, No desfallezcas, Ciudades perdidas, Calle negra, Jirones de un epígrafe, Tarzán, Nueva York, Perdona nuestros pecados, Break, dedicatoria y Primer ADN.
Eduardo Robledo (1963) no es un desconocido en el tablero de la poesía chilena actual. Previo a Collar Negro, ya había publicado: Ajedrez para lapidario (2002), Caballo de la era (2011) y Sin daño a terceros (2012). Se trata de una voz que, en el contexto de la caníbal generación del 90, todavía juega; todavía no han logrado silenciarla.
Collar Negro es el libro más político militante de Eduardo Robledo en términos tales que, por momentos, traspasa las fronteras del verso instalándose, como en una pintura pop, en el dominio de la proclama. Lo cual no es necesariamente contraproducente en el discurso poético, sino que genera dudas y le impide ganar por nocaut (como diría el recordado poeta y editor Gonzalo Contreras Loyola, quien abandonara el ring meses atrás, camino del corral del Señor).
En un sentido muy amplio y obviamente de manera muy heterodoxa, podría argumentarse metafóricamente que toda poesía “milita” en alguna causa, ya sea por los temas que aborda; así lo sea por el estilo que cultiva, por la estética poética que la configura o por cualquier otra circunstancia posible distinguir por medio de la crítica académica o por lo que el sentido común literario pudiera recomendar. Sin embargo, y más allá de esa concepción general sobre la poesía militante, parece que en el conosur la palabra “poesía militante” o “poesía política”, por general, se ha asociado a los versos que cantan las vicisitudes de las causas políticas revolucionarias y de sus personajes. Es decir, siempre se ha ligado la poesía militante con la que asume causas políticas pasadas, presentes o futuras, resignificando con la magia del verso libre o medido, las derrotas, victorias o utopías de los más diversos movimientos, grupos, pueblos o simplemente, ideologías políticas sociales.
Pues bien, si lo anteriormente expuesto se acepta, entonces podríamos argumentar y primeramente apuntar que Collar Negro es un libro que navega por las aguas de la poesía política chilena que, entre sus más insignes cultores, tuvo al más universal de los poetas chileno: Pablo Neruda. Aunque claro, convengamos en todo caso, que la verdadera militancia poética de Neruda está en la poesía en sí misma, en el verbo primigenio, no en la alabanza a las instituciones o personajes de su ideología que, por cierto, puede ser distinguida en muchas de sus obras. (1)
Volviendo. Collar Negro es un libro de poemas que no puede escapar, entonces, de la fuerza de atracción gravitacional de la poesía militante. Es una apuesta literaria compleja y de muy alto riesgo por el imperativo de colocar en el papel la gesta histórica y heroica, versificada poéticamente, sin deslizarse hacia lo meramente político contingente y, por lo mismo, pasajero. El riesgo de lo efímero es asegurado en Collar Negro, mediante la inserción de una cosmogonía. Así es como en el poema I propone su versión poética del mito de la creación del continente africano, a través de un sujeto lírico que puntúa la realidad en estos términos:
“Hoy huelo la sangre de una raza
desde la azotea de un rascacielos
y escucho los tambores
envueltos en plegarias
moribundas
de una aldea que ya no existe
de una lanza todavía ululando sin dirección en el cielo”
Se trataría de una cosmogonía mortuoria, porque la “aldea que ya no existe”; porque (poema IV):
“Collar negro
es el socavón de la mina penitente
en que está dibujado un codo de sangre
y un diamante roto
como testigo de la omisión de una época”.
El término “collar negro”, sin duda, está puesto en la arquitectura poética del libro como símbolo de la esclavitud y el sufrimiento humano al cual el sujeto lirico se encargará de extraerle diversas perspectivas e interpretaciones poéticas mediante una imaginería muy directa que incluso llega a proponer: “Collar negro/es una mujer negra dirigiendo la política exterior Americana” ((IV); y también: “Collar negro es la unión perfecta/es el significado/de todos los significantes/es el collar de collares/el que te quema/el que te obliga a mirar/ en varias direcciones” (VI);
El poema avanza en la historia y se introduce de lleno en el presente como una lanza que se clava en el lomo de un león y que, sin embargo, logra escapar de la carnicería tribal. Y es que Collar Negro también visualiza el continente africano en las luchas culturales del presente, ya que canta: “Hoy te vi en la Quinta Avenida/tarareando un rap de protesta/te acompañaban los Zulúes y otros de las tribus perdidas”.
Otro aspecto muy interesante de distinguir en Collar Negro es su intento de conversación con algunos filones de la poesía chilena que, por cierto, han tenido por material inspiracional las luchas de los pueblos africanos por libertarse de la colonización. En algún sentido muy elemental y fácil de distinguir, Collar Negro intenta seguir inspiracionalmente y con los recursos poéticos que le son propios, la huella que, sobre un tema similar, dejara Humberto Díaz Casanueva con El niño de Robben Island (1985, Ediciones Manieristas, Santiago de Chile).
Sin duda alguna que frente a ese espejo se sitúa Collar Negro y, por tanto, deberá aprender a soportar los riesgos de la ineludible comparación que el auditorio más crítico quisiera hacer al respecto. Será en la segunda parte del libro, titulada Pangea, donde el autor, por cierto, dedica a Humberto Díaz Casanueva el poema Al niño negro y al niño blanco, parafraseando poéticamente el poema de inicio de El niño de Robben Island que dice: “Un niño blanco con un niño negro saltan de rama en/rama/tras un globo ígneo/chispas del globo ígneo sobre las resbalosas/ardillas”.
Como visión global, podría conjeturarse que, si los textos de la primera parte del libro, exhibían un carácter político más fundacional y general, los textos que componen la segunda parte, Pangea, tienen cierta vocación particular, en el sentido de ir concretizando los objetos poéticos que constituirán su canto. Los poemas que escuchamos con mayor atención de esta segunda parte fueron Tarzán y Primer ADN donde, casi como en un acrílico pop de Lichtenstein o Johns, por ejemplo, podemos ver:
“Los tambores belicosos
tejían una red acústica
en toda la selva
de aldea en aldea
mejor que en un estudio de grabación
mientras el brujo esparcía los huesos
y un colmillo
indicando la imagen
esta vez Tarzán montado en un elefante
con la mona chita a su espalda
masticando la última parte de un plátano de exportación
(por muchos años madre e hijo comieron del mismo fruto)”
Se trata de una poesía que, por regla general, confía en el uso de imágenes caricaturescas como recurso de extracción del sentido poético de las cosas del mundo. Y lográndolo algunas veces, sin embargo en otras, quizás por un exceso de confianza en el recurso, sobre-ideologiza el discurso abriendo la posibilidad de leer uno de sus textos como proclamas de todo tipo, incluidas algunas que podrían, eventualmente, ser calificadas de antisemitas. El fenómeno textual precedentemente distinguido, puede ser apreciado en el poema VI, de la primera parte:
“El negro es el más famoso
más que el collar de los íconos de la muerte
donde está la Svástica con un brazo en alto
la hoz y el martillo con un brazo izquierdo también en alto
la cruz con los dos brazos en alto
la estrella de David atravesando con sus puntas a todo
el que se le cruce”
Así las cosas y por todo lo dicho hasta ahora, Collar Negro también es un libro que nos invita a pensar en los fundamentos del lugar y el valor que la poesía militante merecería tener en la historia de la poesía. Abre esa pregunta y eso, en sí mismo, tiene un gran mérito, pues incentiva desarrollo de pensamiento y emergencia de resonancias poéticas arquetípicas insospechadas.
Por tanto, una forma de entender este asunto, podría derivar en la formulación de la siguiente regla (si es que las reglas son posibles cuando hablamos de estos fenómenos del espíritu): a mayor linealidad en el uso de los recursos poéticos, más complejo tórnase la aparición de lo poético en un universo de escritores promedio.
Pero más allá de la interpretación que podría hacerse de estas notas de lectura, algo claro debería quedar: en líneas generales Collar Negro es un trabajo que merece ingresar a la gran antología de la poesía militante o poesía política chilena. El libro es una provocación ética, estética, épica y poética. Como diría un ajedrecista: es un alfil en sexta. Es un libro que vale la pena ser leído. Es un aporte a la literatura nacional de los últimos años. Ya veremos lo que diga el tiempo: el gran diluyente y editor universal.
[1] Oda a Stalin, quizás es el poemas más encasillable en esa forma de expresión poética. “Camarada Stalin, yo estaba junto al mar en la Isla Negra/descansando de luchas y de viajes/cuando la noticia de tu muerte llegó como un golpe de océano/Fue primero el silencio, el estupor de las cosas, y luego/llegó del mar una/ola grande./ De algas, metales y hombres, piedras, espuma y lágrimas estaba hecha esta/ ola./De historia, espacio y tiempo recogió su materia/y se elevó llorando sobre el mundo/hasta que frente a mí vino a golpear la costa/ y derribó a mis puertas su mensaje de luto con un grito gigante/ como si de repente se quebrara la tierra”. Una buena antología de la denominada poesía política de Neruda, puede ser consultada en: Morelli, Gabriele (2018). Pablo Neruda. Poesía Política, prólogo de Jorge Edwards, Cátedra, Madrid.
Acerca del autor:
Marcos López Oneto – Santiago, Chile – 1964 – Co-fundador el grupo de Experimentación Poética Lilith. Ha publicado Contrahabla (Ediciones del Realismo Simbólico, 1989), En estos ojos vacíos (Editorial Documentas, 1991), Metálogos (Bellavistinos Editores Unidos, 1999) y TzimTzum (Ril Editores, 2018). Abogado, Doctor en Derecho, Profesor Universitario. Actualmente reside en Washington D.C., USA.