Invierno 2023

Homenaje a Gonzalo Contreras Loyola

 

ESPERO VERTE

Hoy y mañana, ya no me des excusas, ya no puedo permitir, la vida es escasa y como nos enseña sin querer el tesoro que es el tiempo. Añoro todo lo que aborrecía, el tiempo lo cura, dicen. Becho niño me decías y así nos conocimos, el amor y odio fue nuestro negocio e implícitamente nos conocíamos…la imagen de padre no te sentaba, pero sabías que tenías que asumirlo, espero verte pronto y decirte lo que no te dije, las despedidas no han sido nuestro fuerte y aún no lo son…, espero dejarte pronto, pero también deseo verte, la vida dirá cuándo, cada día me preparo más. Mala idea tuvo el destino, pero así jugamos nuestra fichas…a llorar a la FIFA dirías…, pero esa broma nos está costando la vida. Espero verte pronto y tal vez escucharte.

Cristian Contreras Loyola

QUERIDO GONZALO CONTRERAS:

Se ha decretado que ya dejaremos de juntarnos en el cafecito de Manuel Montt, tampoco en las mañanas de los sábados en el Tavelli, donde el tiempo pasaba de largo mientras nos divertíamos deshojando temas entre profundos e intrascendentes, para no darle  un gusto agrio a la existencia. No era admisible en esos encuentros la vulgaridad ni el vestuario impecable de los ritos que se plasman en las fotografías de estudio. Ceremonias no. Me contabas las peripecias increíbles de tus viajes, de cómo el lenguaje de mimo te salvaba en situaciones límites de comunicación. Recurrías a ese idioma universal para explicar sin malos entendidos a qué ibas cuando tomabas asiento en cualquier bar de Francia o Turquía.  Le adivinabas el tiempo a la vida, leías, imprimías libros, visitabas amigos desde Santiago hasta las regiones de Chile. No había un lejos para ti, no había un horario de partida ni de llegada, y por eso pienso que en este  mismo momento, te encuentras de viaje, mochila al hombro, sin relojes egoístas programados para marcar apenas  veinticuatro horas.

Es que sembraste amistad en todas partes, te conocían y enseguida, te querían tener en sus casas, no importa si para llegar hasta ellos, debieras atravesar mares y desiertos. Es por eso que los amigos y amigas del mundo, no han podido aceptar la noticia inesperada e inaceptable, que da cuenta de la injusta transformación de tu sonrisa.

Pero nos volveremos a juntar en el misterio de la especie humana en cualquiera de los planetas donde encontremos cafecitos montados, según otras usanzas, en  montañas y playas. Allí revisaremos libros, viejas y nuevas historias alrededor del impredecible, mágico y, también, demencial mundo de los escritores, de cuyas actuaciones apenas se puede deducir  si los hechos que cuentan provienen del realismo o de la fantasía, esa otra realidad, elaborada en el universo de sus poemas y relatos.

Te cuento que aún siento la calidez de nuestro penúltimo saludo, aún te veo caminando con tu bastón hacia el ardid del baño, pero en realidad lo que hacías de forma subrepticia pagar la cuenta. Ahora me siento menos, por supuesto que mucho menos sin tu presencia, con una herida semejante  a cuando ya no era posible oír el cristal de los vasos con Poli Délano en el Hemingway; con Héctor Pinochet Ciudad en la pizzería de la calle Grecia; con Carlos Olivares en Plaza Italia, o en la SECH, con la Colorina en el acto de disputarse un verso o un vaso de vino con Jorge Teillier.

El 19 de noviembre, recibí un mensaje tuyo que contenía un poema que siempre cobrará un sentido mayor. Recuerdo particularmente este fragmento que titulaste:

Escrito hoy en el hospital

Volvía a ese inútil furor al que tanta vida arrojé

Cuando conocí a esa bella ragazza que tan

Solo me pedía un poema de amor, era el

Tiempo en que conocí a Estévez saliendo

De una tabaquería. Nos conocimos como

Dos autistas queriendo vivir los tiempos de

Lord Byron rengueando por Cintra, hasta que

Nos dejamos de pendejadas y nos fuimos de

Copas recordando a los Bárbaros y cantando

Rancheras de la Revolución Mexicana.

Era la buena vida y no lo sabía hasta que

Llegaron ellas, las Malignas, de la mano de la

ira de Dios.

Llegado a medir el resultado final de este balance ineludible, debo confesar que estoy enormemente agradecido de la casualidad de habernos conocido años atrás, porque lo aprendido de ti, felizmente alcanza para llenar el vacío.

Me gustaría decirte, vuela alto, Gonzalo, me gustaría utilizar uno de esos magníficos tópicos, pero es que ya estás tan arriba en el infinito del firmamento, que nuestras voces humanas tendrán que imaginar cómo llegar cuanto antes adonde estás.

Fernando Jerez

A GONZALO

Cuando un amigo se va

Quedan los inmensurables recuerdos, aquellos que fueron y serán

Los que caracterizaron esa la luz

De tu ser

Con los signos, sí, esos de tu trinchera única, donde la perspicacia de tu voluntad era voluta.

Por tus muchas ganas de vivir a concho, hasta la última vela, ahí donde tus errores y triunfos cometidos, fueron ardidos en los fuegos.

Desde tus rabias y desvelos, contemplabas siempre las letras, de esas buenas para ser certeras.

Desde ahí viene tu aporte solutivo,

Las llevaste al impreso

Con ganas, ímpetu y sigilo

En tu búsqueda y esperanza errante estuvo siempre clavado tu chilito

Y en andanzas por allende, por “tu segunda patria”, como le llamabas a Suecia,

te encantaste perdido en ti

entonando con alegría “Toda la vida”

en placido recuerdo de Lucio Dalla

Tus camino y presencia, que harto nos toca recordar, estuvo siempre regada

Con tu cultura sibarita

Tus locuras amargas y dulces

Tu navegador de luz propia

Esa bohemia, esa incalculable donde tus secretos de humano vertidos en el espacio

te complacían riendo a destajo

¿Dónde quedan las complicidades?

¿Con cuál brujo de los que buscaste te encontraste?

Ya fue

Toro amigo

Con cara de box de buen olfato

Ya están tus claras

Tus ojos saliendo del guiño

Y la luz te llevó

¿Qué cuerda, nota y letra cabalgas ahora?

¿A cuál universo te fuiste a buscar e investigar letras cósmicas?

El tiempo camina y nosotros con él

Vuela alto amigo de ayer y presente

Un gracias y hasta siempre

Caro amico poeta

Luciano Escanilla

Gonzalo Contreras Loyola (Santiago de Chile, 1958 – 2022)

Poeta y editor. Creó y dirigió la editorial Etnika a través de la cual realizó un intenso trabajo de recopilación e investigación que le permitieron obtener diferentes becas y reconocimientos, entre otros el premio “Carlos George Nascimento” (Cámara Chilena del Libro) 2010, a la mejor edición del Bicentenario por la obra Claudio Giaconi, un escritor invisible.
Entre sus publicaciones se destacan: El frío e impersonal mundo de la poesía (1994), Poesía chilena desclasificada (1973-1990) (2006), Poéticas de Chile / Chilean Poets On The Art Of Poetry (2007), Poetas chilenos / 20 del XX (2012), Elogio del Bar, Bares & Poetas de Chile (2014)