Si puedo caminar todo está bien
paso a paso por el largo corredor.
¿Está lejos la pared del fondo? No la puedo ver.
¡No me sueltes, sujétame en tu brazo
que ya desfalleciendo estoy!
Y cuando al fin, temblorosa, con los dedos
pude sentir en las yemas la puerta de acero
que estaba al otro lado de la niebla, sonreí
y mi risa fue un sollozo.