De la ceniza fría, fría, helada
Del recuerdo
Llega un pálpito lejano
Como el velado afán de una energía.
Quedo inmóvil
Arrebujada en la nieve de las horas
Y una lágrima rodando en la memoria…
Más de pronto,
El estupor, la maravilla:
El relámpago se enciende
En los remotos rincones de esa nieve.
¿Qué fueron? ¿Qué son? ¿Qué despierta
de esas cenizas, como un fruto
de lo que revive aquí sobre la tierra?
Una luz
Que arde, titila y alumbra su entorno
Por donde quiera que vaya,
Con un ímpetu que sólo
Da la vida;
Con un arrebato tal que ya parece
Provenir del otro mundo.
La ceniza
Se resbala de mis dedos
Como contando el tiempo
Y devorando el momento,
Y los minutos.
Lo que fue ayer, es hoy,
Hoy será mañana y la mañana, historia.
Así, la llamarada seguirá ardiendo
Cuando haya pasado el ciclo,
Como caída del cielo,
Iluminando los días,
Y las noches y las horas,
Abriéndose paso, en medio
De las auroras y de los atardeceres.