Los vendedores de paños de cocina han invadido la ciudad
y tienen el monopolio amoroso de madres, parientes y amigos.
Los de sexo masculino se acostaron con nuestras novias
y nosotros hicimos otro tanto con las bellas vendedoras.
Es por eso y no por la resaca o la marihuana como crees
que Julián se queda absorto al secar un plato o afilar un cuchillo.
Los vendedores de paños de cocina irrumpen en la tarde:
somos nosotros, los primos, hermanos, los tiempos.
—¿Buenas tardes, se encontrará la dueña de casa?
Piensas en trucos de supervivencia, en la invasión
y en el diseño de paños que se llevan los vestigios de la mesa.
Los vendedores de paños de cocina han invadido la ciudad,
cortan la parte no roída de manteles y ropavejerías;
estropajos para tardes cesantes sin platos que lavar,
hurgan en cuartos de trastos y recuerdos.
Observan en el mercado de Av. Independencia
el brillo en los ojos de las mujeres al mirar las telas
que imaginan vestidos para un verano o una gala.