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Revista de Poesía y Arte ISSN 2735-7627, Año 5. Nº11, junio 2025

Dulces de La Ligua

Tenía doce años y, para no gastar en el pasaje de algún apoderado
extra, me enviaban solo en el bus Santiago-Viña y viceversa.
Luego me recibían en el terminal con los brazos abiertos, como
si me hubiera salvado de algo terrible. En una ocasión iba una
mujer y su novio. Yo estaba sentado al lado de ella dividido por
el pasillo y contemplaba su belleza con descaro infantil. Me
ofreció dulces de merengue en silencio para desviar mi evidente
atención y luego me observó comer como observaría a su amante
si este tuviera mi edad o quizá como a un mono en el zoológico,
sonriendo a trizas, como las que saben del amor y de su fin. Su
novio la miraba enternecido, a ella y a su amigo ocasional como si
los tres estuviéramos destinados a ser felices juntos para siempre.
Eso pensaba él. Los imaginaba en la playa nadando conmigo,
o besándose mientras yo leía algo. En el bus, yo iba con ropas
nuevas salpicadas de migas de merengue. Comía y nos mirábamos,
los tres.