Mi lujuria
ve en los cordeles de la ropa las formas ausentes de la amada
Juan Manuel Roca
El vecino del frente no sabe mi dolor.
La orquesta está muerta
y yo soy un impostor que observa el agua.
Me fastidia la espera,
beber la pulpa de los frutos secos del olvido. Cada día despierto para levantar la casa.
El augurio de tu voz anida en mis oídos
aves del verano,
criaturas de fuego hacen cenizas el corazón. Para que no se me ahueque el alma
me pongo a asuntar el viento,
cualquier música de los atardeceres.
Soy el hijo del carpintero
y mi destino está echado.
Escribo cartas de amor
en las paredes
con la luna de este mes
y la respiración de los hijos.
Alrededor todos están ebrios y su derrotero es la demencia, y soy uno más en la nave del inferno
cayendo al fuego de los herejes.
Nadie me espera.
Las noches aúllan,
se estremecen los pilares
y la casa.
La lejanía me ahoga.
Los bares y cafés
han cerrado
los amigos izan velas
y se alejan.
Las piedras se levantan para hacer visible el muro.
El tiempo es un fusil que me asecha.
Entono un canto por si no llegas,
la nostalgia sangra en mí
como fase de lunas,
y tu recuerdo
me escuda.