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Revista de Poesía y Arte ISSN 2735-7627, Invierno, Año 5. Nº11, mayo 2025

En medio del jardín

Cortaron el árbol de damascos imperiales del jardín de la casa.
Lo cambiaron por un mísero rosal.
Sus hijos y los míos creían que el cielo quedaba en su copa.
Nadie se sube a un rosal.

Las abejas que tomaban por asalto la miel de los damascos que
maduraban antes – como nosotras – hoy prefieren el jardín vecino.

Han muerto dos de mis hermanos, mi madre y mi padre.
Y aquel árbol que crecía en medio del jardín.
Ya nadie nos visita. / Se han ido casi todos. / No hay damascos para mermelada.

Cuando los militares andaban disparando en la ciudad
(se acribillaba sin misericordia)
Subía por el tronco hasta su copa
cuidando de no pasar por sobre los capullos.
Desde ahí podías oír disparos, bocinazos y lamentos.
Solo los militares y los sentenciados a muerte deambulaban por las calles.

Ese fue el inicio de mi vida clandestina.
En clandestinidad uno debe volver a bautizarse.
Sin cura ni agua bautismal.

Mi madre esperaba a diciembre para comprar azúcar.
En una caja de lata guardaba billetes amarrados con hilo grueso.
Con hijos presos o exiliados no siempre los ocupó en mermelada.
Hoy hemos vuelto a llamarnos como antes.

Y en medio del jardín.
Trepan por las ramas del damasco inexistente
un par de muchachas
parecidas a nosotras.

de Última Esperanza, 2016