Cuando la luz de la calle lo permite.
Los niños juegan con la muerte.
Quien pasea.
Merodea las esquinas
y observa la fragilidad de sus cuerpos
con sonrisa socarrona.
Cuando la oscuridad ha caído
sobre la calle húmeda.
Los niños.
Los mismos, guardan los brazos bajo las piernas,
las cabezas en los cuellos
y sueñan
que se deslizan por el tobogán del cielo.
Tanto suben y bajan
que despiertan,
en medio de la calle,
tiritando de frío.
de Última Esperanza, 2016