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Revista de Poesía y Arte ISSN 2735-7627, Otoño Año 3. Nº8, junio 2022

Del lecho de enfermo

(Tõbevoodil)

El amanecer exhorta al enfermo:

“¡Ven, vuelve a tu trabajo!

Se te ha confiado el talento para el canto,

Un Cuento para el Ruiseñor”.

“Hermosa mañana”, respondí con tristeza,

“¡Estoy atenazada en las manos de la tortura!

Mi corazón se quiebra bajo el peso de la enfermedad,

el pico del ruiseñor está cerrado”.

“Deja de hablar y empieza a cantar

tu canción de manera plácida:

Apresúrate a trabajar, empieza rápido,

¡rechaza la enfermedad!” 

Las palabras llegaron hace mucho tiempo,

Entraron en los pensamientos,

Tanto el corazón como la habitación estaban calientes,

La punta del lápiz estaba bien afilada.

Había alentado fulgurantes esperanzas,

Había insinuado su cumplimiento,

En lugar de la oscura pena 

Había tejido coronas de victoria.

Había traído del cielo la semilla,

De las manos de Vanemuine*,

Había cargado su corazón,

Más fuerte que el poder del amor.

¡El pensamiento humano es voluble!

Los espíritus secretos están en guardia.

Antes de que el hecho pudiera hacerse realidad,

la enfermedad maligna lo consumió.

El veloz ceñidor del espíritu

corre burlonamente a mi alrededor:

“¡Trabajo o enfermedad!”, una parte advierte.

Otras gritan: “¿Enfermedad? ¡Trabajo!”

“¡Martinica!” al acostarse.

“¡Córcega!” al despertar.

Ante las palabras del médico oculto mis lágrimas:

“¡Descansa, quédate confinada en la cama!”

*Vanemuine es el dios de la canción en el folclore estonio.    

(Trad. Mariela Cordero)