Desde el primer día existían: ella,
el musgo, el agua, la hiel, el papel y el alumbre.
Se pasaban las horas
fabricando impecables guardas con disfrute rutinario.
Una voz como canto de chicharra les ordenó:
¡Quebrar el molde! ¡Torcer los rastrillos!
¡Cambiar los colores! ¡Mover los punzones!
Fueron obedientes.
Entonces, arribaron los granos de polen.
Por los siglos de los siglos.
Amén.