(Priiusele)
Lo que temprano pulsó ya en mi seno
al despertar mi juvenil sentido,
lo que jovial exclamaba en mi sueño
cuando dormía en nocturno sigilo,
y resonaba con su voz al alba
y, despierto, prendía como fuego
para arreciar mi corazón y mi alma,
¿sería acaso una simple artimaña?
Lo que escuché de aquel tiempo pasado
sobre la tierra y el pueblo estonios,
y que más tarde en el cielo estrellado
me reveló la luz de lo creado;
lo que vi en las cadenas de esclavo
y en los tormentos de siervo de la gleba,
ya lo intuyó mi corazón enardecido:
los felices días no se habían extinguido.
¡Oh, quieta noche, oh cítara amada,
que conocéis mis secretos pesares!:
confiemos a esta hora sosegada
la repetida queja de mis males:
que por mis ojos, oídos, por mis penas y dichas
colmaron mi corazón de esperanza.
¡Oh libertad, oh libertad, a ti te he cantado
y a tu nombre mis pensamientos han ensalzado!
El sol desfallecido aún no se ha ocultado,
cuando la libertad ya bate el yugo del siervo;
no le llegó aún el día feliz del pueblo estonio,
cuando ya cae la niebla de la nube crepuscular;
¡Oh, libertad!, ¿nos visitaste acaso,
para alejar la niebla de estos ojos?
¡Espera, y que tu vuelo de águila también libere
de sus yugos de espíritu al pueblo estonio!
(1865) (Trad. Albert Lázaro-Tinaut)