“Denn an den Dornen merkst du,
dass du die Rose hast…“**
Cuando aún era joven
y andaba por los bosques,
recolectando flores,
jamás estuve atento
para que descubrieran
mis ojos si crecían
espinas en los tallos
de las esbeltas rosas.
Más tarde, cierto día
una gota de sangre
mostró herido mi dedo.
Con esta punzadura
corrí a casa, contento:
¡Quiera Dios que cada espina
de una flamante rosa
me arranque amor y sangre!
Así, en cuanto se enfríen
mi corazón y el mundo,
al amor de la lumbre podré
templar sus frescos recuerdos
y evocar la primavera,
cuando en su plena lozanía
todas las flores suspiraban:
¡oh amada, oh amada!
(1868)
(Trad. Albert Lázaro-Tinaut)
* Kreutzwald dedica secretamente este poema a la máxima exponente de la lírica romántica estonia, Lydia Koidula (seudónimo de Lydia Jannsen, de la cual se enamoró (platónicamente) en su madurez.** En alemán: “Pues de las espinas notas que se trata de la rosa…”