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Revista de Poesía y Arte ISSN 2735-7627, Año 5. Nº11, junio 2025

La limosna

Frankestein se sube a la micro

al final de una jornada laboral.

Respira por un tubo

que sale de su cuello

y hace al respirar un ruido

que congela la sangre.

-Mi intención no es molestarlos-

Dice.

Se le cae un ojo lo recoge,

y lo limpia con su lengua.

Desencaja el brazo del hombro

y sonriente pide una limosna,

invocando tragedias infantiles

cuando él era un chico con futuro.

Los pasajeros ante tal demostración

lloran, se lamentan, 

desmayado cae alguno de su asiento.

Los demás tiemblan de miedo

y le entregan todo lo que tienen.

Frankestein se baja de la micro,

se despide dando bendiciones

perdiéndose en la noche citadina

con otros adefesios de su especie.

Los pasajeros respiran aliviados

después de tres minutos de terror.

Regresaran a casa dormitando

soñando con un día despejado,

¡Sin el espanto que causa

tocar la puerta del gerente general 

para pedir un anticipo!