Nos cercaron los espacios,
nos limitaron el suelo.
Nos pusieron grilletes en los pies
y cerrojos en las puertas.
Marcaron nuestros pasos
con la tiza del miedo
y en la frente nos tatuaron
la palabra “PANDEMIA”
Nos impusieron como reos
la mentada libertad condicional.
Y los ancianos quedaron
bajo arresto domiciliario.
Castigados a morir en soledad.
Pero Dios nos abrió
una ventana
por donde entró la luz
y el aire nos dijo que aún
podemos respirar si nos amamos;
Que el piar de los pájaros
es siempre un canto nuevo.
Que aún tenemos el alma
repleta de pinceles y colores para pintar un mañana…