Leí en la novela de Jakob Wassermann
que te daban asco la carne y la leche,
que sólo te alimentabas con agua y pan,
que un niño moribundo te arrebató
la cuna y el nombre.
¿Recuerdas las mazmorras de Laufenburg?
Hermano, yo también quise ser un jinete.
Yo también amaba los caminos del bosque,
los pájaros negros, el verdor del follaje.
Pero mi escondrijo no está bajo tierra.
A mí no me robaron un reino.
Algún día me gustaría visitar
el lugar donde yaces.
Te escribo estas líneas para decirte
que te espero en otro verano, en otro
jardín, en otra curva del sueño.