Cierne su marcha un territorio
de tan sinuosa risa náutica,
que cada mañana el espejo
baja del cerro a perseguir
la nueva expresión de su rostro
y derrocar todo preámbulo
mordiendo el torso de la playa.
.
Viene el arco de insignia nómade
tensando un canto de gaviota
que posa en la marea alianzas
entre calles que ya anduvieron
la conjetura de los hombres
y botellas que, cuando beben,
terminan dando el cuerpo al puerto,
previendo desde qué ventana
contemplar a la noche amar.
.
La mesa ha puesto en la bahía
la escala ágil de ese atuendo
con que van a vestir los pueblos
el acceso a la madrugada.
.
Llegan a su fin los regresos
porque la lluvia merodea,
después de abandonar el cielo,
exigiendo ser invitada.
.
Valparaíso, asomo en fiesta.
Palpar ahí sombras y vientos,
la invicta argucia del rocío
donde se extravían los viajes
que la ola rompe contra el tiempo.