Reseña de Libros
LA VIDA ES UN ACEITE AZUL, BREVE COMENTARIO SOBRE EL LIBRO ENTROPÍA SUCIA
De Juan Ariel Zuñiga
Año: 2019
Editorial: Mago Editores
Páginas: 72
¿Qué nos querrá decir el poeta con esta imagen? ¿Por qué un aceite y por qué azul? Indagando por aquí y por allá, nos encontramos con el tanaceto azul, un aceite intensamente azul que se extrae de una flor dorada, un tipo de hierba que florece al norte de Marruecos. Rara transmutación para nosotros los neófitos desde el amarillo al azul. Tanaceto es una palabra que deriva del latín y esta a su vez del griego, “athanasia”, para variar, una bellísima palabra que significa inmortal. La planta tanaceto azul tiene como característica que su flor dura tres meses y cuando se corta, demora en marchitarse, por tanto, es una flor inmarcesible, otra bella palabra que siempre me ha fascinado, lo inmarcesible, aquello que no marchita, como tanaceto, sin muerte, inmortal. ¿A esto se referirá el poeta cuando nos dice que la vida es un aceite azul? ¡Y azul! Podría haber elegido otro epíteto para designar este óleo que es la vida. El azul es el color del infinito, del cielo, del mar, de la libertad. Por tanto que la vida sea un aceite azul implicaría que estamos ante el ansia de inmortalidad e infinito que tenemos los seres humanos, sin embargo, el poeta nos dice: Claro, sí, pero es “un aceite azul que nos cubre y nos deja de cubrir”, por tanto, llegamos a este mundo a vivir intensamente, nos sentimos inmortales, pero pronto nos damos cuenta de que no somos más que “polvo en el viento”.
Juan Ariel Zúñiga es un poeta que acaba de publicar un nuevo libro luego de varios años de silencio, “Entropía Sucia”, compuesto por dos partes: De un cuerpo en otro y Entropía sucia. Médico psiquiatra conoce muy bien, creo yo, el “alma” humana y sus avatares. Esta doble militancia del poeta le permite indagar a través de su poesía los vericuetos más insondables como cuando nos dice: “Somos mamíferos suicidas, los únicos / que degüellan al hermano, para después fagocitarlos” o “en lo abismal encuentras pulsos emocionales / recuerdos hipocámpicos, líneas genéticas carbonatadas / ecos de partículas descongelándose / Materia gravitacional que gira y forma el barro del origen”, esta última cita es, justamente, del poema “El sótano de Freud”, correspondiente a la primera parte.
Zúñiga nos invita a reflexionar, ¿estamos preparados para la vida? En su poema Juegos Salvajes, nos dice: “En las líneas de las manos y en el cielo abierto / andamos siempre buscándonos / negando nuestro único final” y luego “Nadie nos preparó para la vida”. Y pareciera ser esta vida plagada de incertidumbre que buscamos a través de las palabras su cura. Pero, en esta búsqueda “todo estaba donde no buscaste”, nos dice el poeta. Por otro lado, nos plantea que “El misterio también se fractura” porque la alquimia se acabó, “El asombro ya no construye poemas”, en esta desesperanza, sin embargo, es probable que “las visiones te devuelvan a la infancia”.
Como toda lectura de un poema, se requiere silencio y un estado contenido para entrar en comunión con él, porque “todo poema es un pez” y como bien sabe todo pescador, el silencio y el imaginar las profundidades del océano son uno, porque el poema es “Un pequeño pez / que le robamos al cielo”. El poeta Juan Ariel Zúñiga, entonces, nos invita a bucear o sondear en este profundo mar azul de la poesía, a buscar ese “algo”, ese “alguien”, ese pronombre indefinido que reiteradamente aparece a lo largo de su poemario: “alguien tiene que limpiar el cuarto y borrar las huellas”, “Alguien lo quiso así”, “Alguien te trajo aquí a leer la inmensidad”, “Estás en el bar esperando que aparezca / alguien, algo”, “Soñado o no, alguien te espera / en un cielo que quemará tus ojos”.
Ante tantas incertezas e indefiniciones, la desesperación remece porque “Somos mamíferos suicidas, los únicos / que degüellan al hermano, para después fagocitarlo”, “ignoramos las señales”, “ignoramos nuevas rutas”, pero aún así, los poetas somos recolectores “de palabras que envejecen” y “la poesía no significa, sólo se manifiesta / y detiene la descomposición de las cosas”, nos dice Zúñiga, porque si hay una certeza es la necesidad del amor para salvarnos de esta desesperación, esta incertidumbre, esta indefinición, el amor y la poesía: “Conservo la esperanza y la poesía / Me resguardo en tu ardiente amor / En la guarida de siempre, ante el asombro de los rayos”, porque “no estamos preparado para la desnudez”, pues la vida es “Un aceite azul que nos cubre y nos deja de cubrir”.
Eugenio Dávalos Pomareda
Codirector de Nube Cónica