Hablará la veta – dibujo leopardino –
la fractura de los años
el nudo que registra
los pasos de diez generaciones
Crujido noble del invierno
huella mojada de antaño
Las paredes callan
Sólo mis escalones pueden detener el tiempo
y revelar uno a uno
la silueta de un hombre cansado al regreso de su labor
el ritmo blando de la señora cargada con bolsas de verdura
el sigilo del niño que vuela hacia el segundo piso con mochila de sueños
No evito recordar – es propio de mi ser –
quebrar el plano
una y mil veces
hasta el infinito si fuera posible
registrar las historias de los seres que me transitan como hojas de un libro
in
ter
mi
na
ble
Guardo en la baranda
el miedo de los dedos
de niños y ancianos mujeres y hombres desconocidos
preguntantes
que se asoman a la casa
y vuelven otra vez a interrogar
Ánimas invisibles asomadas al tiempo
quieren descubrirme
pero callo y no respondo
No estoy aquí para curiosos
sino para habitantes honestos
que construyan las horas
trabajen los minutos
y beban los segundos
con dedicación
Si alguien toca a la puerta
estoy presta a servir
Silenciosa quiebro mi espalda para que el visitante
se deslice
hacia
su destino
Amo mi trabajo
a pesar de la atmósfera sombría
a pesar del polvo
a pesar de los días monótonos
Cuando alguien
apoya sus pies en mi cuerpo
se iluminan mis peldaños
Puedo acoger al cansado
y sentir el vigor del que regresa
a abrazar a su esposa o a jugar con sus pequeños hijos
Son las vidas que me cruzan
alimento para estas vigas centenarias
savia a mis vetas tatuadas por los pasos y los tacos
de eternos transeúntes
De “Otras Voces / Cuando hablan las cosas”, (Editorial Alba, 2018)