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Revista de Poesía y Arte ISSN 2735-7627, Año 5. Nº11, junio 2025

Palacio del viento, Jaipur

Hawa Mahal (1799)

El llamado palacio es un pasillo inhóspito,
un ala remota del harén hueca por dentro y una
piramidal cola de pavo real (macho) por fuera:
abanico calado con novecientas cincuenta y tres
ventanas polícromas para crear corriente de aire.
Pero la verdadera ventolera era el crujir de sedas,
el correr de pasos subiendo rampas de alabastro
en pos de un ventanuco libre para llorar en paz
o fantasear, recostar la frente o frotar los pechos
contra la fina celosía de sándalo y ante el vacío
confesarse deseantes –ese era el ventarrón:
las veintisiete esposas implorando a Krishna
larga vida para el maharajá, no fuesen a tener
que probar su pureza en la pira –hacerse sati
como señal de amor eterno– y ya no disponer
de urnas de agua del Ganges para sacarse
de los ojos el kohl y de la piel el polvo de óxido
rosa del Rajastán. Y ahora la ventisca mental:
verse gozar y dejarse ver al azar tras panales
de vidrio y arenisca, verse dándose a ver a esa
o aquel pasante (y no: ver sin ser vistas), sus
labios y pezones irguiéndose a través de
filigranas de nácar. Esa era su hora y media
de diaria venganza antes de obedecer al llamado
de otro perfecto extraño a la cámara nupcial.

Cuando admires la fachada del Hawa Mahal
no repares en el cuento trillado del viento, busca
en esa oquedad el cuerpo erotizado, el jadeo.

De : En attendant Ulysse / Esperando a Ulises (París : L’Harmattan, 2024)