En el cementerio en ruinas de Mirmande, a la vera de la iglesia
románica de la Santa Fe, tuvisteis un día fresco y velado
vuestro almuerzo sobre la hierba.
A la luz de los cuadros famosos sobre el tópico, el artista y su musa
se placen en los goces de la naturaleza y el amor habiendo
degustado frugalmente los frutos y vinos del país.
No se permite fuego. Todo ha de consumirse. Los restos
de anteriores festines deberán acarrearse sin piedad por el globo
hasta que hagan mella en la carne o el papel.
Oh caballero, oh señora, recordad con dulzura aquellas briznas
que temblaron al son de vuestro abrazo y el camino de piedra
que os tenían deparado.
Y conservad intacto el cosquilleo de los escarabajos de Mirmande.
De: danubiomediterráneo (Viena: Labyrinth, 2005)