The rationalist mind has always had its doubts about Venice.
Mary McCarthy, Venice Observed
Como una escritura invisible alzada contra el fuego connatural
a La Fenice vamos leyendo las leyes de este nuevo juego. Primera
conclusión: nos hemos equivocado de ciudad. La Serenissima
es impaciente con los enamorados, prefiere la aventura, los golpes
de teatro, la espejeante apariencia de la seducción: amantes
que se persiguen y rehúyen, incendios y saqueos del alma (Byron
ardiendo en vida, Casanova, virtuoso, desfalcando al Tiempo).
Pero tal vez sea esa también una quimera y es otra la ciudad
que se evade tras los patios cerrados, las rendijas.
La ciudad
que encandila nos repele y repliega a los amplios brocados
de los cortinajes, al fino lino egipcio de las sábanas. El lecho
oscuro y fresco nos promete una pasión callada y un despertar
acorde con la otra Venecia, la fija, la expectante. La del asombro
sostenido y la mirada al bies, la que indaga más allá de la pátina
del tacto y hurga bajo la piel, la del idilio pleno de presentimientos,
esa que se desnuda en las telas de Giorgione y comparece aquí
ante la duda, el horror al vacío.
Conclusión segunda: esa es
la vuestra.
The rationalist mind has always had its doubts about Venice:
La mente racionalista siempre ha tenido sus dudas sobre Venecia.
De: danubiomediterráneo (Viena: Labyrinth, 2005)