No he estado en Madrid: Pero bailo un danzón en la plaza de toros junto a Gastón Baquero

Descubre mis ojos en su traje

y caen los cerezos maduros

sobre la bandeja de plata.

El arcángel que lleva en su hombro

imita a Diógenes o es otra trampa de Dios.

                         Caminamos y la añoranza eclipsa

los múltiples hombres y mujeres

que viajan al jardín iluminado.

La nostalgia parece una  corrida de toros

que entra en el cuerpo del  mestizo

por la gloria del lúcido animal

a veces victorioso bajo la sonoridad

y el sepulcro de su sombra.

Estoy en la plaza de toros de  Madrid

la plaza no abre los lunes

y Nicanor nos recibe

escamoteando al pálido domingo.   

Hermosa imprudencia

ceremonia la villa

al final la gran orquesta para dos

descansa en lo desconocido

y la flauta embelese el sostenido compás.

La muerte gira veleidosa  por la ilusión deslumbrada

y bailamos afinados

idéntica danza

naturales del mismo lugar

de las mismas playas  y las  mismas calles

bailamos rodeados de cirios rojos

con la mirada de los dioses

ante la espuma del animal yerto

bailamos un danzón donde Barbarito Diez

                     no respira

y nuestra exhalación es sublime

se  confunde con los aplausos.

El poeta disimula

el intervalo se lleva las aguas ya recorridas

y seguimos bailando .

No hay pena

la dicha oculta lo que guarda el instante.

Hay baile

toros muertos y vivos sobre el paso de la existencia.

Está por cerrarse el penúltimo portón de la plaza

un escape de palomas mensajeras

podría ser el más terrible de los olvidos.