Ensayos y opiniones
Marianne Faithfull: Un antes y un después de los Rolling Stones
Por Jaime Lizama
Antes de constituirse en una creadora dueña de su propio espacio y destino, Marianne Faithfull comenzó en la primera mitad de los años sesenta, versionando canciones folk, claramente más impactado por el fenómeno Bob Dylan que por sus más cercanos Beatles, y luego, tras su reluciente aura de una sofisticada y culta rubia de 17 años, emparejada con uno de los dueños de la proto-vanguardista Galeria “Indica”, John Dunbar, fue tomada e instigada por Andy Oldham, manager de los Rolling Stones, para ser transformada en la nueva figura de la escena musical inglesa ( una versión londinense de la francesa Francoise Hardy y de la estadounidense Joan Baez), marcando así su inicio en el estrellato pop. Incluso, como novel actriz, Faithfull tuvo como padrino, en su primera incursión actoral, nada menos que al destacado director de cine Tony Richardson, quien años atrás había puesto en escena la obra más importante de la dramaturgia inglesa de posguerra, “Recordando con ira” de John Osborne.
Estaba claro, desde un comienzo, Faithfull, con apenas 17 años, no era ni fue cercanamente una “grupie” de los Stones; lo más probable es que admirara mucho más al todavía, como decíamos, folk Bob Dylan, sobre el cual de hecho versionó quizás el tema más sobresaliente de su primera etapa, nos referimos al famoso “Blowin on the Wild”; antes bien y por sobre ellos, su inusitado éxito de la mano de Oldham y de la grabación de “As Tears Go By” en 1964, se instalaba sobre una Faithfull aún muy sujeta al aura de la cultura y de los libros, siendo fiel a su propia descendencia de una de las figuras fetiches de la literatura: Leopold Von Sacher-Masoch, el austrohúngaro que perpetró ese inquietante artefacto llamado “Venus de las pieles”.
Como es bien sabido, por mediación de Oldham, Jagger y Richards compusieron para Faithfull el que se transformaría en su primer hit: “As Tears Go By”, grabando luego para el sello “Decco” de Oldham, innumerables singles, en su mayoría versiones de éxitos de los primeros años de los sesentas, partiendo por “Blowin in the Wind” de Dylan, y otros temas de mucho menor cuantía, donde Faithfull aparecía como la figura que comenzaba a encarnar la suave melodía pop de una década prodigiosa.
El éxito inicial de “As Tears Go By” y la instalación de Marianne Faithfull como cantante Pop de relevancia en el medio Inglés, le permitió aparecer en el film “Made in Usa” de Godard y lograr, 1968, el protagónico de la película, ya ahora casi de culto, “The girl on a Motorcycle” junto a Alain Delon, donde aparece cual Venus moderna, ataviaba desde los pies hasta el cuello con un traje de cuero negro de un sola pieza, apegado al cuerpo, montada en una motocicleta y siguiendo el itinerario tránsfuga: dejando atrás al esposo para llegar donde el amante, película que indirectamente parecía estar presagiando el film más despiadadamente icónico de los años sesenta: “Easy Rider” de Denis Hooper, del 69.
El efecto Marianne Faithfull sobre los Rolling Stones, no tuvo por cierto como el gran paradigma, el puro escándalo que generó su detención junto Jaager, Richards y el galerista Robert Fraser en el año 67 y que los llevó a juicio por consumo de drogas; lo que aquel episodio dejó establecido es que la jovencita y dulce estrella pop que versionaba grandes éxitos folk, levemente melódicos y sicodélicos, desde el año 1964, no era para nada esa versión dulzona y casi cándida de los años del “Swinging London”, sino que formaba parte de una escena más bien dura y nada de angelical, y que a partir de la muerte de Brian Jones ocurrida en 1969, significaría para Faithfull su particular y extrema “temporada en el infierno”, que ni siquiera Jaager o Richards vislumbraron en sus viajes orgiásticos, ni menos seguir hasta sus últimas consecuencias.
“Simpatía por el demonio” y Sister Morphine” en clave Faithfull, fueron cruciales en la incursión y la penetración en forma rotunda del mundo Stones por una figura femenina, pero precisamente más allá del consabido y sentimental efecto inspirativo de la musa falocéntrica, en tanto instrumento o medio para sellar en el cuerpo de una canción la presencia arrebatadora del eros; se trató en este caso de una influencia directa que desborda y relativiza la prosapia míticamente viril de los Rolling Stones.
Si bien Faithfull hizo conocido “As Tears Go By”, una composición que la dupla Jaager-Richards la realiza a pedido de Oldham, para ser grabada en el lanzamiento de su emergente y juvenil estrella de 17 años, resulta ser casi completamente la derivación dulzona y seminal de los Rolling Stones, en los propios inicios de éstos como creadores de letras originales.
“Simpatía por el demonio”, fue grabada por los Stones en el año más crucial de la década: 1968. Ese mismo año Godard filma (One plus One), el famoso documental donde la banda en pleno, (no es descabellado afirmar que a esas alturas la banda también la integraban Faithfull y Anita Pallenberg) desarrolla y ensaya sobre la marcha la canción que, como sabemos, fue propiciado por la lectura de la obra “El maestro y margarita” del ruso Mijaíl Bulgákov, que la misma Faithfull había hecho leer a Mick Jaager, suponemos con una aguda intención cómplice, mutuamente productiva, a partir de un icono ambiguamente iconoclasta y maldito del régimen stalinista. Jaager, por cierto, ha hablado de otras influencias, tal es el caso de Baudelaire y de autores que parte forman parte de esa atmósfera luciferina, pero la derivación directa proviene, sin lugar a dudas, de la novela de Bulgákov.
No obstante, qué duda cabe que “Simpatía por el demonio” se trata de una de las letras más potente perpetrada por Mick Jaager, al punto que puede ser perfectamente el correlato pop y transgresor de “La banalidad del mal” de Hannah Arendt, letra que el mismo Jaager denunciaba que no debía ser desacralizada por un supuesto contenido esotérico de magia negra para “banales” epígonos rockeros del satanismo. Jaager era consciente que su texto estaba más próximo de aquella interpretación del “mal” instalada en las propias barbas del bien que de una burda tergiversación mediática satanista para el gusto de jovencitos atrabiliarios, gestuales y performativamente rebeldes, o en vías de diversiones demoníacas.
Entre esa composición de gran envergadura y la creación de “Sister Morphine” en el año 1969, transcurre precisamente el tiempo de mayor complicidad entre Marianne Faithfull y los Rolling Stones, pues aunque la “historia oficial” certifica la aparición de “Sister Morphine” formando parte del lanzamiento del álbum “Sticky Fingers” en el año 1971, famoso en primera instancia por el diseño de la caratula producida por Andy Warhol, donde se reproduce la parte pelviana de un vaquero agresivamente fálico (Warhol, al parecer, tuvo en cuenta para su icono machista, como contrapartida, la publicidad del film “La chica de la motocicleta” donde Marianne Faithfull aparece bajándose peligrosamente el cierre eclair hacia y sobre el pubis, ciertamente con una ingenuidad pasmosa); la grabación original, no obstante, correspondió a la realizada por Decco en el año que mencionábamos, 1969, bajo el formato de un single, precisamente interpretado en forma casi terminal, por Marianne Faithfull, quién había compuesto la letra y que, había tomado la decisión inclaudicable de llevar a cabo su grabación, más allá de la opinión poco favorable de parte de la banda. Al parecer, para Faithfull era vital hacer suya esa producción peligrosamente radical, pues a la postre podía significar su herencia más definitiva, en un año donde Brian Jones iba finalmente a colapsar y donde ella abortaría al hijo de Mick Jaager, sumergiéndose en la inconsciencia suicida durante 6 días, luego de ser internada casi al borde de la muerte.
De esa manera, “Sister Morfhine”, mucho más que “As Tears Go By” se iba a constituir en el legado, no de la jovencita que interpretaba candorosamente una canción compuesta por Jaager-Richards a los 17 años, sino en una artista que era capaz de interpretar una composición que había salido de su más cruda experiencia, donde ya la adicción se había vuelto un camino sin retorno, incluso absolutamente comparable al tema “Heroine” que algunos años antes habían dado a luz “The velvet underground” y Lou Reed, en plena era de la revolución del ácido, propalada a los cuatro vientos por el gurú del LSD, Timothy Leary, a través de una de sus mayores proclamas: “conecta, sintoniza y déjate ir”.
En ese punto, sin duda, Faithfull sólo quería “irse” en sintonía con la instancia más agónica y extrema de los años sesenta, aquella que había dejado a Brian Jones abandonado al borde del camino, y probablemente a muchos, que nunca alcanzaron el estrellato.
Sin embargo, la etapa más furiosamente yonqui de Faithfull, no era precisamente el momento de la decadencia o la ruina a partir de una extensa experiencia sicodélica en medio de la profundidad de los años sesenta, sino la caída en el puro nihilismo de la adicción, donde el dolor o la derrota existencial, constituyen el atributo de la no identidad y no precisamente el subsuelo o el desiderátum de la regeneración creativa como en Trocchi o el mismísimo Williams Burroughs. Aún así, luego de casi una década de trayectoria marginal por un Londres fantasmagórico, fuera por completo de la órbita de los Stones y de la conexión familiar, y de la ya lejana aureola glamorosa del “Swinging London”, Faithfull consigue alcanzar un gran momento de resurgimiento creativo justo en el último año de una década infernal: 1979. Quizás el último momento de glamour escénico de la Faithfull había ocurrido en el año 1973, acompañando en un dueto a David Bowie en una grabación para la televisión estadounidense, donde cantaba junto a un plumífero Bowie, recubierta bajo un riguroso hábito monjeril. Desde ese momento episódico, de una provocación más bien redentora, iba a explotar en el año 1979, un álbum furioso y al mismo tiempo seductor, que llevaba por nombre “Broken Inglish”.
El poeta y músico inglés Heatcote Williams, la militante de la fracción del Ejercito Rojo, Ulrike Meinhoof (conocida como la banda Baader-Meinhoof, quien aparecerá ahorcada en su celda en el año 1976), y con el añadido de una inveterada y contenida furia punk, explican la intensidad provocativa y pasional que proclama sin ambages y a los cuatro vientos un Album insólito, de letras insolentes y al mismo tiempo emotivas: “Why D” Ya Do It” (¿Por qué lo hiciste?) de Heatcote Williams; “Broken Inglish”, el parangón entre una yonqui (Faithfull) y una terrorista (Meinhoof) o “The Ballad of Lucy Jordan”, una versión melancólica, pero no menos desafiante de un clásico, que Ridley Scott usará como tema central para su film desesperadamente feminista “Thelma y Louis”, junto a una notable interpretación de “Working Class Hero”, de John Lennon, conformaban el resurgimiento de una leyenda incombustible de los años sesenta, pero sobre todo, de la instalación de una nueva figura en la escena angloamericana post-punk, que traía consigo una consistente densidad interpretativa, aun cuando en su reseña del Album “Broken Inglish” en la revista “Rolling Stone”, Greil Marcus no fuera particularmente entusiasta.
Pero la Faithfull no sólo se quedó allí, sobreviviendo sobre esa conquista casi meramente episódica y revanchista, leída patriarcalmente en relación a su lugar limítrofe y de subalterno protagonismo en la etapa de mayor resonancia del rock anglosajón consumada entre los Beatles y los Stones, sino que se trató del comienzo de una carrera propia, justo en el año en que Sid Vicius muere de una sobredosis de heroína, “Jon División” producen “placeres desconocidos”, Bowie concluye su trilogía, Patty Smith perpetra uno de sus recitales más intensos en Alemania, y de “The Clash” edita su famoso ”London Calling”. En medio de esta intensidad productiva en plena era post-punk, una transformada figura subalterna, secundaria y casi decorativa de la escena Rock de los años sesenta, (donde había dominado en forma absoluta la energía masculina), emergía una sobreviviente de la adicción extrema, y una mente creativa y rebelde que finalmente no había sido derrotada ni vencida: Marianne Faithfull había regresado después de una larga temporada en el infierno y se quedaría para un buen rato.
Tanto es así, que Faithfull, a renglón seguido, ahondo en registros perturbadores e intensamente líricos: cabe poner oído en temas como “So sad”, “There is a ghost”, “Grazy love”, “Falling from grace”, o las versiones insuperables de “Visiones of Johanna” y de “It”s all over now baby bue”, de Bob Dylan, para darse perfectamente cuenta que Marianne, mucho más que Joan Baez, entendió radicalmente esa lírica. (es cosa de comparar las versiones de Baez y de Faithfull sobre ese último tema para percatarse hasta donde llegó la ex chica londinense).
Pero la autonomía lírica y la fiereza melancólica de Marianne Faithfull provenían, ya sabemos, de “Sister morphine” y de “Why d” ya do it”, para seguir incombustible, aún cuando continúe mayoritariamente invisibilizada para la audiencia más mediáticamente patriarcal del rock.
Sobre el autor:
Jaime Lizama
Jaime Lizama López Lic. En Filosofía U. de Chile.- Crítico y ensayista.- Participa en el Primer Congreso de Literatura Femenina en Chile en 1987, con la Ponencia sobre “ A Media Asta”, de la Escritora Carmen Berenguer.- Edita la Revista de Literatura “Piel de Leopardo”, junto al poeta Jesús Sepúlveda, años 1991-1993.- Realiza crítica sobre poesía en el Suplemento “Literatura y Libros” del diario La Epoca. Colabora en la Revista “Crítica Cultural”, que dirige Nelly Richard. Participa con la Ponencia: “Dónde está el pensamiento crítico”, en el Coloquio Internacional a 30 años del golpe militar, organizado por la Universidad Arcis, en el Edificio Diego Portales, el año 2003.- Obtiene el Primer lugar en el Primer Concurso de Ensayos “Ciudad y Humanidad”, convocado Por la Universidad Diego Portales, el Instituto Goethe y el Diario el Mercurio, en el año 2006.- Ediciones de U. Diego Portales publica el Ensayo: “La ciudad fragmentada”, en el Año 2007.- Obtiene el Premio de Ensayo de la Municipalidad de Santiago, año 2008.