La ciudad sigue siendo el pueblo fantasma que visité en las noches que componen todo nuestro ayer…
Es un pequeño mapa de luz, que no me dirige hacia tu lado. Es un respiro, humo que se consume, como los besos de los que sólo quedó el olvido. Mientras otros, irrefutablemente también tuvieron otra clase de Vigilia. La visión, desde lo alto, evidentemente es más desordenada y pequeña… te hace reconocer que el enemigo no es tan grande como lo asumes. En lo alto, el silencio se rompe entre las agujas de pino que no devoró el incendio. Mientras suena Dogs de Pink Floyd, rememoro a los perros que me atacaron en la tienda, al perro que sesteaba bajo la luna y contra el muro de guijarros y a los que encontramos a orilla de carretera. La historia fugaz de dos perros ferales. Uno de ellos fue atropellado y quizá se arrastró a la orilla buscando unos matorrales. La verdad no lo sabremos, no estábamos allí, quizá lo llevó a ese lugar su compañero de andanzas tratando salvarlo, eso lo sabemos porque lo vimos tratando de regresarlo a la vida vía necrofilia… una escena no apta para compartirla en espacios de ternura facebookriana…
Sabemos que su recuerdo, como el de muchos en la ciudad, será solo una mancha de sangre sobre el asfalto que borrará la lluvia.