Vivimos en un paraíso perdido,
sin que nos demos cuenta.
.
Lloramos a los hijos de Adán,
sin que la serpiente cese su susurro.
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Escondemos la desnudez de Eva
con conchas de mar salitre,
amarras de algas muertas.
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Desconocemos la fuerza del huracán,
con raíces de ceibo viejo,
verdad oculta,
Panchebe.
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Rondamos la boca del volcán,
con sigilo de mujer,
lava incandescente.
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Con ojos velados,
insensibles,
ignoramos el entorno,
tierra de aves,
mariposas
y reptiles.
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Vivimos en un paraíso perdido,
de bosques tropicales,
loras pecho amarillo,
jaguares y tacuacines.