La abuela Mélida recorría su vereda sola,
con los recuerdos de un nombre.
Nueve hijos, dos tías, tres hijas de crianza
apelmazaron el polvo del camino.
.
La abuela silenciaba con un guiso su tristeza.
Cocinaba calderos para la glotona soledad.
Siempre con José,
entre vientre y ceja.
.
Giuseppe, el Ulises perdido,
que se apropió del barco
navegando mujeres.
Muerto a los cuarenta
sin que ninguna tejiera su espera.
.
No quiero seguir el camino de la abuela
con tu nombre en mis costillas.