¿Hay una dimensión desconocida
adónde van a parar las cucharitas?
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¿Van al cielo
de los amores prohibidos
y los paños de cocina?
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¿Se escapan con un táper?
¿Con las llaves de casa?
¿Las monedas que dimos de propina?
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Algunas son suicidas -o vehementes-
y se lanzan desde las tazas hacia los escotes.
Las esconden los gatos debajo de los muebles
en las fosas comunes de lo mínimo
con esa fe doméstica no menos necesaria
para afrontar la vida.
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Hay gente
que las guarda en las cajas de herramientas
para que se sientan útiles
y dejen de perderse en cachondeos
y noches de placer.
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Intuyo que en invierno se van con algún guante
(los izquierdos, con suerte).
Que juegan a esconderse entre las cubeteras.
Que adoran los aretes, las gafas, los helados.
Que aceptan tontear con los cuchillos
si no está el tenedor.
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Seguro el paraíso
de las cucharitas perdidas
es el mismo de las medias que prefieren
no vivir con su par.