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Revista de Poesía y Arte ISSN 2735-7627, Invierno, Año 4. Nº10, julio 2023

Cada vez que nace un pájaro…

Cada vez que nace un pájaro,
una celda lo engulle.

El tiempo lo lleva
por el claustro de sus entrañas,
por ese túnel vertiginoso de las horas.
La celda ha decorado sus vísceras
con un papel tapiz de cielo.

Allí, el pájaro pierde el habla.
Los fonemas caen de su pico
sin jamás haber sido arrancados del árbol de las
palabras.
Allí, conoce el miedo.
Se le aparece en forma de viento y susurra:
“no existe un apéndice tegumentario que pueda
rozar
la sintaxis de una alborada”.

Por eso, siempre está confundido.

Alguna vez vio un amanecer entre las ranuras,
y de inmediato castigó a sus ojos
por describir un destello.

El cielo todavía lo llama.

El asilo mantiene su pacto con el insomnio,
no suelta la aldaba de las horas.

En el principio estaba el instante.
Frente a él, todo parecía eterno.
Luego ocurrió la caída del día,
aves del desvelo hoy someten el aire.

Para entonces, yo estaba en contienda con aquella
penumbra.
los pájaros escucharon mi celo y me hicieron su
concubina.
Ahora estoy contagiada de esporas de vidrio que
bajan por mis entrañas.

Es tiempo de abandonar este asilo que fue mi casa.
Se quedan sus cuerpos en trance, sus vientres
eclipsados de gusanos,
se quedan mis años al filo del instante
con la estatura mineral del llanto.

De Asilo de pájaros, Ediciones Malpaso /EditorialIxchel, 2022