Un poema fatal

1

Me quería matar con un cuchillo,

encerrarme en un círculo,

en una circunferencia llena de dientes, sangre y ojos de miradas fulminantes.

Quería que el viento negro me despeinara.

Quería verme suicidado. Eso quería.

Regalarme manojos de flores marchitas.

Ahorcarme, cortarme las venas,

clavarme agujas infectadas de malos agüeros.

Sin embargo, desde lo alto de un árbol

uno de sus demonios se compadeció

de ver a alguien demoníacamente inútil.

Sus ojos llamearon y vi la luz,

que es luz y es salvación.

Entonces grité y las estrellas más distantes

parpadearon en el cielo infame de la desesperanza.

Qué haré,

qué haré con esta vida y el sentido contrario,

contrariedad plena y satisfactoria,

que aloja sus substancias inmensas

en el hemisferio oculto de la creación.

2

Me quería matar con una escopeta,

hacerme un forado en el centro del equilibrio,

agujeros distintos desde donde yo vería

la flor roja del fuego

que arde rodeada de almas en pena.

Eso quería.

Yo le blasfemé.

Oré a algunos dioses que se mantuvieron al margen.

Las confusiones se extinguieron

y el dolor quedó a solas

como el fragmento de un cuerpo celeste

que desintegrado cae a la tierra.

Y ella, la tierra, tembló.

Y la culpa no era mía

ni tampoco de ella.

Era la venganza de nosotros mismos.

Qué haré, qué haré, me dije

y el éter que es propiedad de los sueños

me llevó a un mundo lleno de niebla

donde los árboles crecían invertidos

y las raíces en lo alto se extendían

y señalaban la semicurva línea de un horizonte vertical.

Me quería matar con una escopeta,

arrancarme los ojos,

cercenarme el miembro,

avasallar, avasallar.

3

Me quería matar con una piedra

angular y cuyo significado ella no comprendía,

llevarme a nadar a los pantanos,

a las arenas movedizas,

caminar a los desiertos del Sahara y de Atacama.

Eso quería.

Como yo ya tenía mi vida deshecha,

no le hice caso.

Entonces me habló de un colibrí

que bebía de sus labios,

de un pajarillo que batía sus alas

en el encierro que ella quería.

Que ella quería.

Entonces fue cuando quiso con un palo

golpearme la cabeza,

el cerebro.

Sustraerme,

volverme loco,

llevarme de la mano a un precipicio feroz,

a un acantilado, a un acantilado.

Me quería matar con una piedra, un cuchillo y una escopeta,

arrojarme al vacío,

hacerme feliz.

De la Antología “Horizonte Vertical”, 

Ediciones “Moneda”, Santiago de Chile, 2018