Poema de la gruta

Heme aquí en la gélida gruta

donde el sol es la puerta

que alumbra los primeros escalones                                                            

que descienden a este suelo de piedra

donde el primer hombre bendice al último

en la oscuridad que antecede a la luz.

Me alimento de filtraciones y musgos incoloros

y recorro el universo palpando los muros

que llevan a otras situaciones primeras

como el de la mujer deseando subir

los peldaños que llevan al horizonte

curvo de la vida y la recolección.

Yo he querido guarecerme abajo                                                                

grabando las primeras escenas del hombre

sobre las rocas de este altar

con tintes de sangre y sacrificios violentos

de hombres que alzaron el vaho

hacia el cielo de una noche sin astros.

De una noche en los oscuros bosques

donde los troncos del alma suben al cielo

mucho antes de que Prometeo nos diese el fuego

que iluminó los rostros y alejó las sombras

de nuestra auténtica superstición que era                                                    

un dios oculto y vengador.

Encendí antorchas en cada cueva

y en la original enfermedad de seguir a la mujer

subí a la pradera y depredé a mi alrededor

de todos los metales fabriqué distintos cuchillos

los que utilicé en el degüello de animales

con cuyas pieles me cubrí.

Todo lo restante lo dice el entierro del pasado

voces de otros hombres que vieron el sol

que sumaron, adoraron y murieron                                                             

largándose en una barca aritméticamente abstracta

hacia el centro de la memoria

en un régimen axiomático gobernado por las dudas.

Que por antonomasia son exactas

Ya que la regla elude la confirmación

Y el universo que es trastorno continuo

Alumbra indistintamente los dos hemisferios

En la idea de una deducción a la velocidad de la luz

Ausente en los prados inmediatos del color.

De la Antología “Horizonte Vertical”, 

Ediciones “Moneda”, Santiago de Chile, 2018