La raza ebria

Dedicado a los Mancuspios

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Mi vicio (el más sediento, el que me determina y abarca) oscila entre dos grandes deidades: la de Mayahuel (in tona); la diosa del pulque, la de las cuatrocientas tetas, la que da de mamar a sus cuatrocientos conejos y la de mezcalito (in tota); el amo de Wirikuta, el verde mago, el de los chingomil ojos.

En esta viciosa ciudad (donde todos los días se muere y al día siguiente resucitas) hay cientos de briagas y briagos, hay hijas e hijos del peyote. Somos La Raza Ebria; felizmente imperfecta, adolorida, de pecho abierto y corazón, hasta la madre de asoleado. Cada guerrero de esta Raza va camino de algo. Va a cualquier parte sabiendo que siempre llegará a ningún lado (pareciera que lo que atormenta es advertirlo, pero no.

Advertirlo es no volver a sentir prisa). Pertenecer a esta Raza exige mostrarte con tus pecados y miserias, exige un mínimo afán de esperar que algo suceda. Sucedemos nosotros y eso basta. Por qué será que los de otras razas nunca se viven sucedidos lo suficiente?

!Oh dioses! Mayahuel, mezcalito, atiendan a la sed despertada y al grito que se entrecorta a medida que veo. Atiendan al nagual águila, busca acercarse por mi hombro izquierdo. Está como loco. !Ay! Diosa maternal de hartos pechos, varona de pencas gruesas y carnosas, bella, femenina, afrodisíaca. Padre mío Venado azul, varón azul, guerrero azul, estoy de pie y sin otro afecto que el efecto de sus sabores y saberes (un verde creciendo en la pupila) sereno permanece mi ojo. Y llegan los olvidos que siempre me asisten, la luz, las lágrimas, el rezo, el ancho recuerdo, y la temible cercanía de mis células a tus células (tú, quién quiera que seas).

Ya mi hombro está siendo traspasado, ya mi nagual encontró el comienzo y el poderío (tengo sed quiero Mezcal). Hay golpeteo de alas bajo la piel, el cielo parece meterse en todas mis partes (tengo sed). El enviciado vicio fue antes. No tiene brazos, ni patas, ni lengua. Me encuentro donde me quedé de pie. Alrededor de mí; mis talones resignándose al fango, a la paradoja, al vicio, a mi alegría, al oscuro gozo y a la pena que sin matar condena. Este vicio, casi inmóvil, casi crónico, natural como la mustia muerte. Vicio que no se basta, pues bebo y bebo y nunca llena. Por él bebo y vivo, por él bebo y muero.