Tiempo hubo en el que piedras palabras
aplastaron mi más enamorado soneto
Acribillé el sonido más puro
me acostumbré a llevar un corazón
La única eternidad fue mi deseo
el mar se encargó de mis lágrimas y mis naufragios
y mis lágrimas y mis naufragios se encargaron de mí
Todos llevamos en la sangre un viaje
somos naves hechas con maderas heridas
maderas donde el moho y la sal reconocen
el más fino movimiento de este cuerpo
en donde ahora vamos
Maderas vírgenes de una prostitución
que no tiene que ver con la carne
tiene que ver con el alba y con el alma