Plaza Bogotá

La Venus,

nuestra estatua

frente a la farmacia.

Ella fue la primera

desplomando sus pálidas nalgas

por Sierra Bella abajo,

precipitándose sin dejar huellas

sobre el candente triángulo

del viejo barrio Franklin.

Sus pezones siempre apuntando al oriente

se esfumaron una noche cualquiera,

desaparecieron junto a las bocas

de aquellos que alguna vez

los besaron.

Fue  el presagio, la señal,

el maleficio de las retroexcavadoras,

aquel new look

de esta ciudad tercermundista,

un territorio esculpido de animitas,

Las últimas noches

los rigores del vino

sembraron los pastos de cuerpos,

Coreografías apestosas

hicieron humo los tres bares que sitiaban la plaza,

surgieron cráteres y el azufre

trepó a las copas de los árboles.

El cine América corrió la misma suerte,

frotándose sobre un polvo de ciénagas

que convirtió todo en silencio,

un puro y absoluto silencio.