Alzado como zigurat
al centro de la calle Cueto,
a pocas cuadras, la Quinta Normal,
en ella Gary Cooper, Jack Palance,
Errol Flynn y otros de la misma calaña,
hastiados de cabalgatas y tiroteos
remojaban sus gargantas
y descansaban sus almas
fatigadas de tanta sangre,
tanta sangre, tanto polvo.
Luego al crepúsculo el infinito retorno,
los gritos del público, los garabatos
al cojo de tuno, las dagas, el veneno,
algunas chicas, el whisky y tanta sangre,
tanto polvo, la maldita rutina.
El Novedades enrollado en cavilaciones metafísicas,
metros y metros y metros de celuloide,
obsesionado leyendo al poeta Oquendo de Amat,
no dudó un instante
y resuelto apostó contra la muerte,
y se hizo sobrevivencia pura,
pura imagen, pura poesía.
Y no fue iglesia mormona,
no fue templo evangélico,
no fue ashram ni mezquita,
no fue sauna ni baño turco,
no se hizo fábrica de espejos,
no fue boite ni discoteque,
no fue O.N. G., no fue prostíbulo
ni hotel tampoco fue.
El Novedades
esta gigantesca animita
iluminando los cielos
de nuestra ciudad
en redención permanente.