Desde su nave de harapos
fue descendiendo Dimitriv,
hambriento, anémico descendió
cuesta abajo,
con sus pupilas regadas de estrellas,
con sus cabellos ensortijados de aerolitos.
Dimitriv
el mujik descendió
escoltado de ángeles y querubines,
trémulo cruzó el espacio
en su chatarra apestosa,
atravesado de pesadillas
descendió,
atormentado, alucinado,
a la deriva de las ideologías,
sentía que el hálito
del mismísimo DIOS
trazaba su inexorable sino,
su ruta de santo varón.
Soñaba la Plaza Roja
un domingo de ramos,
soñaba globos y niños,
soñaba un pubis glorioso,
soñaba unos labios frescos,
soñaba bosques, mariposas,
soñaba un Pope
de luengas barbas
tañendo campanas
simples,
alegres
como una roja manzana
ya fuera
de temporada.