Sé que la felicidad está devaluada
en estos tiempos
cualquier gente sensata prefiere una suscripción a Netflix
colgar su selfie en Instagram
o una tarjeta de puntos de Soriana
cualquier cosa es mejor que la felicidad
nimia
fugaz
raquítica
tan fuera de lugar entre los intelectuales
he oído que solo pueden ser felices
los iletrados
los indolentes
los que no leen a Kierkegaard
ni entienden “el gran desequilibrio” ni la Teoría del todo
(aunque en realidad nadie la entienda)
los que nunca han pisado un universo paralelo
ni han dormido a la intemperie
junto a una gasolinera una casa derrumbada una alcantarilla
algunos piensan que nada más los ricos pueden ser felices
otros piensan que solo los pobres pueden ser felices
como si esa rara valquiria dependiera del tener o no tener
(que Hamlet se vaya al Infierno
el ser también está devaluado: no hay ninguna cuestión ahí
descarga la app adecuada y no es menester el cerebro)
yo te contaré algo
debajo de mi outfit hay un cuerpo
que se ha roto tres veces
en una sala de expulsión
cortado aquí y allá
(quizá como el tuyo)
ha conocido fórceps tijeras bisturí
los puñetazos
la intoxicación
el vómito
la inercia
penetrado a veces
con mi placer de por medio
y a veces sin mi consentimiento
un cuerpo que
se intentó arrojar al mar por la madrugada
y sin embargo
palpita
ama
se volvió resistente al veneno
a los ataques de pánico
a los fantasmas que cuelgan del techo
a los días amargos
a las traiciones
a su reflejo
capaz de abrazar una rata y sentir por ella
tanta compasión como por un pueblo entero
porque hay en el resuello de ese bicho
expatriado de las buenas sociedades
dueño absoluto de la peste
el mismo dolor salvaje de todas las criaturas
la misma oscuridad de todos los locos
pero
no soy mejor que tú
ni más inteligente que tú
ni más sabia
acaso un poco más testaruda
(eso sí)
aferrada
no a la trascendencia
sino al instante
no a la plenitud
sino al vacío
a la tintura del ocaso
al brillo simple de la lámpara sobre mi cabeza
de Si la Muerte se Enamora De Mí
Letras en la Frontera, 2021