Me desnudaste frente a la mesa del comedor
y aplaudiste
en el aire, por supuesto,
el asedio de la primavera
alimentaste mi cuerpo
para dárselo al mundo
me diste nombre
esplendores
una tempestad tras otra
supiste, capciosa
de la profecía
tomaste el vestido
y envuelto en mi cuerpo
mostraste
tu sonrisa de hiena
hoy que los días vuelven como balas
dentro del cuerpo de un ciervo
preparo las ofrendas
para ubicarte en la tierra
y quebrar el destino.
Inédito