soñé esto, prendía pasada la medianoche
el smartphone, tal vez con aquella cara
deslavada de los vampiros 🧛♂️, teniendo
en cuenta ya mi lectura atenta y a saltos
de un libro del que no guardo ni su autor
ni el año, lógicamente contemporáneo,
donde se explica tan bien la doble faz
de este aparato tan nuestro, nos quita y
nos da el tiempo en el mismo instante
—cuando muera quiero que me cremen
con el mío, outdated será, pero mío,
en el bolsillo del corazón de una camisa
blanca y que no se le limpien las manchas
de sangre—, buscaba el app y le pedía,
casi como una súplica en una capilla
perdida en un bosque, cerca de un río
de aguas mansas, cuéntame la historia
de ella, a lo cual y sin mediar palabras
otras que éstas, necesarias para ubicarse,
A qué «ella» te refieres? ¿Es un personaje,
una persona real, una historia específica?
¡Dame un poco más de contexto y al tiro
te la cuento!, esperé unos segundos, era
como abrirle el pecho a un extraño, uf, y
caí en el pozo seco de mí mismo, no sabía,
si alguna vez lo supe, si había sido real o
ficticia, es más, tal es eso que tan suelta-
mente llamamos amor…, decidí jugar y
le sugerí que me contara de ambas y
que juntos contrastaríamos diferencias
y semejanzas, un juego cruel y mortal
(El arte del prompting, adelanto)