Viéronle correr por estas calles,
escapado, en punta.
La neblina cubría los cerros,
la vida, su mirada
y en su mirada la ciudad quedaba atrás,
tal vez hasta Dios quedaba atrás.
Las nubes, los árboles fijos al espacio
-al subir esa montaña que es la idea-
lo ven pasar en embalaje,
lo ven doblar, perderse,
la recta lo devuelve hasta la hoja
en que yo escribo.
Viéronle correr a la distancia,
a la distancia el pelotón y la rodada.
Al entrar al cementerio
el escapado pedalea más aprisa.
Las tumbas y los nichos se abren todos
y los muertos ven pasar esta carrera ;
por los lados se abren fosas y más fosas,
-nadie entiende-
cientos, miles de ojos ya al vacío
van a tierra…
……la quietud se logra al avanzar
todos los trechos,
si el hombre es el momento
la libertad se justifica.
Ya no logra detenerse. Sigue y sigue,
los pedales van al rojo.
Se alzan cruces por doquier
aunque van a campo abierto,
eso indica que la muerte se propaga
emparejada a este poema,
al cual- ya amenazado, casi censurándose-
no le queda sino huir
a un lenguaje más confuso.
Se avista la llegada. Se oyen vivas
y banderas que se alzan.
Apresúranse los rezagados,
los que siempre creyeron
-incluso en los momentos de más sangre-
que el camino es táctica y amor.
Las llantas van humeando
pero la fricción no puede ya dañar
estas palabras.
Ya no existe el escapado,
todos van allá en la punta,
el lenguaje es el recurso con que corro
en esta vía;
la meta es inminente,
la victoria será nuestra.