Después de un intenso camino por la luz, la oscuridad, el placer y el gusto por las drogas;
Blandas, duras, medicinales, de salón, de tugurios, de dios, el diablo, la vida, la muerte
y a punto de cumplir cincuenta años en esta travesía autodestructiva, iniciática, irresponsable
verdadera, con sentido y sin él, como un chamán de pacotilla, un yonqui tercermundista, un turri, un marihuano, un duro, un sicodélico, una vieja del té, una loca del café, el mate y cuanta planta existe para alocarse como el San Pedrito, el Floripondio, el Chamico (me faltan los hongos y la ayahuasca).
Y haber sobrevivido a las pateas (Mezcla de una droga con otro aditivo) a la policía, a mi familia que amo por sobre todas las drogas y tener esta lucidez y amar la belleza.
Creo que mi droga y sin llegar a excesos y como se dice en Uruguay, sin quedar mamado e inconsciente o dando jugo como se dice en Chile.
Creo que mi droga es el vino blanco de las parras cercanas al mar y de baja graduación.
Un varietal, un vino blanco frio humilde y que no sea dulce.