Quién soy yo para hablar del mundo
de su miopía o sus latidos,
si soy menos que nada,
un número,
un punto en las estadísticas,
un paria que no produce.
Qué sé yo
cómo late la sangre de este planeta,
si mi burbuja metálica se cerró por dentro,
Si los caudillos se caen a pedazos
y las mentes brillantes
suelen ser traidoras y nefastas.
Cómo podría adjudicarme
la presuntuosa idea de guiar a otros
con mis palabras,
con mis hechos,
cuando tropiezo con mi ceguera
y hago con una mano lo correcto,
mientras que la otra
manosea bajo la mesa.
La soberbia se apodera de nosotros,
como un lince sobre su presa
nos devora.
Ya me cansé de creer que creo,
simplemente,
respiro,
indiferente,
manipulando una pantalla
mientras el tiempo vuela,
cambia,
se evapora