Tú nunca estarás sola

los monstruos de los demás son tus amigos.

Algunos viven tras la puerta uñas y garras sujetas al dintel

otros aúllan en el sótano y juntos construyen esta casa.

Dónde tú, suavemente, imaginando, vives.

Cuando ellos duermen y creen estar libres,

abandonado su cerebro de deseo e intención 

y acaso tan solo contemplando las tormentas eléctricas

que destellan las neuronas y que hacen rielar, saltar,

gritar el Yo en esa multitud plena de imágenes que caen

caen como en un despeñadero mudo

en donde grita helado el Tú que eres sin voz 

adentro de este sueño, 

y lo que se llama monstruo se abandona

como un globo de helio, o un vilano eléctrico, a los vientos

del deseo sin ventana o puerta por donde entrar o ver,

donde tú, suave, imaginando vives,

una mano que tal la nieve cayendo hasta tu piel

te toque fría,

y sea duna por la que baje un cuerpo oscuro y rojo, ardiente, ensangrentado,

y sea un cuerpo, que descubra un volcán de pasmo 

abriendo su ojo en pleno pecho, y sea,

la piel y la escama enrollada en su laberinto circular.

Entonces, salvada estás de lo que has sido siempre.

Tú nunca estarás sola.

Los monstruos de los demás son tus amigos.

Y todas las noches los acoges en tu sueño.

Y luego los envías, confundidos, tajeados rostros sin sangre ni saliva,

dados vuelta del revés,

a visitar los suyos. 

Adelanto de obra.

(El cuaderno de palabras de Ana K. 2020)