¿han visto ustedes el signo que formula
el río columpiando a la grupa la rosa llorosa
de vergüenza rosada?
Pablo de Rokha
Olga Guillot lame la tierra invisible
del pasaje oculto a mediodía.
Desde lejos, sin saberlo siquiera,
azotándose toda, entre paredes de parlantes,
riega Olga, con salivazos tiernos,
la vereda de los borrachos,
de los vestigios animales,
de los tacos insomnes.
Y como sombra inquieta,
la arena se evapora
entre sus papilas gastadas.
.
Olga inocente,
en medio de un prostíbulo al aire libre,
toma de la mano a Lucho Barrios
y cantan a dos voces:
…y lloro sin que sepas que el llanto mío
tiene lágrimas negras,
tiene lágrimas negras
como mi vida.
Es domingo.
Domingo de caña y mediodías de sol.
Domingo de culto y misa en blanco.
Domingo de asado y vino compartido.
A esa hora en que los niños son ignorados
y brillan los vómitos en los postes de la luz.
Aquí, Lucho y Olga a plena vista de todos,
hacen el amor de mentira.
Entre boleros puestos a todo chancho,
a la entrada y al final del pasaje:
…yo nací de pobres
lo quiso el destino
mas también los pobres
tienen derecho de amar…
Al centro, Juan el loco, muerde su lengua
hasta el infinito,
oye la música y traga un polvo sin color,
y clama y reclama algo
que nadie nunca entenderá
en este basural con casas,
con acequia al fondo,
con juncos, pasto y olor a cloaca.
Tenues nubes blancas cruzan tu cielo azulado
sin brisa alguna
y la tierra hierve a borbotones.
Así como la saliva de Olga y Lucho
al unirse en los sones de un lento caribeño
y desplomarse hasta morir.
.
Sara, la meretriz del barrio,
baña a su recién nacido en el lavadero.
Quiere deshacerlo con agua fría, que vuelva al origen,
dejarlo transparente como un ángel
y devolverlo, pero llora y bala.
La criatura no cede y vuelve a su cuna infernal.
¡Ay! Olga, si supieras, pero sabes.
Sé que lo sabes, pues Lucho
te lo susurró al oído:
…tienes que quererme
sin mirar los trapos
que cubren el cuerpo y la vanidad…
En el centro del pasaje,
Juan y el perro juegan a morderse el uno al otro.
La lengua del demente está tatuada,
parece una vía láctea
Dibujada con los dientes amarillos del can.
Y desde la otra esquina,
sentada sobre una caliente vereda,
Rosa muestra su flor a los niños que la miran.
Ellos no entienden
cómo nacen flores blancas de una rosa roja.
Y ella ríe como ninguna
como si hubiese nacido apenas
ayer.
Y el canal ahí.
Sigue ahí, porfiado,
es la húmeda frontera para llegar
a los pobres ciruelos y comer su fruto verde
con sal a destajo.
¿Qué hay más allá del canal,
Juan extraviado,
Pedro descalzo,
Darío cojo,
David huérfano?
Nadie contesta,
porque nadie sabe:
…es mi niña bonita
con su carita de rosa
es mi niña bonita
cada día más preciosa…
Ahora, los vecinos, todos.
Como viviendo en un garito al aire libre,
rezongan y se baten:
matrimonialmente,
alcohólicamente,
de a dos,
de a tres,
de a todos,
Juan y el perro dentro del canal,
con Sara y Rosa jugando a la pinta.
Todos, uno por uno, en las bocas
de Olga y Lucho,
que los mascan y
paladean
entonando boleros grises,
para caricias negras.
.
Hundidos bajo el asfalto
los canales son sepultados como cadáveres en movimiento,
serpientes momificadas de la ciudad antigua,
intestinos no deseados del moderno horizonte.
Acueductos sin fama, pobres sin tesoro.